Hermanos: siempre he pensado que los colegios públicos están mal aprovechados. Son unas instalaciones magníficas, por lo general bien ubicadas que, a partir de ciertas horas, se quedan totalmente vacías y sin uso ninguno.

Quien dice los colegios, dice cualquier equipamiento público de los que disponen nuestros pueblos y ciudades. Que a partir de las 15.00 horas están cerrados a cal y canto a los ciudadanos. Y esto es un derroche de medios que no deberíamos permitirnos.

La vuelta al colegio abre una serie de incógnitas en cuanto a la protección de los niños y su papel en la transmisión del virus. En la nueva España de la nueva normalidad la densidad por aulas va a ser un grave problema a resolver por los directores y directoras de los centros, que les va a llevar a la única conclusión posible: vamos a tener que hacer turnos para que nuestros hijos vayan a clase o tendremos que recuperar los barracones.

El problema no es una tontería, porque hará saltar por los aires la conciliación de muchas familias con niños en edad escolar y sobrecargará de forma brutal a los abuelos y abuelas jubilados, que se convertirán, más aún, en guarderías ambulantes durante el turno de descanso de los chavales.

También hará chirriar el mundo laboral del profesorado de muchos de los colegios, ya que o sus jornadas laborales se distribuyen de otra manera muy diferente a la actual o se deberán contratar nuevos profesionales para dar clase a los nuevos turnos de tarde.

Por regla general, sitio en las aulas y tiempo hay suficiente. Pero nuestra sociedad va a tener que dar un vuelco a la vieja normalidad que no va a ser nada fácil.

*Urbanista