La división de la izquierda ha causado la primera derrota de Pedro Sánchez en el Congreso. Un Unidos Podemos en plena crisis interna por la ruptura entre Íñigo Errejón y Pablo Iglesias unió sus votos a los del Partido Popular, Ciudadanos, ERC y Bildu para tumbar el decreto de medidas sobre la vivienda. En la sesión parlamentaria se convalidaron otros siete decretos, lo cual no oculta que es solo la cuarta vez desde 1976 en que un decreto del Gobierno es rechazado a la primera. Con estos siete decretos, se elevan a 24 los que ha sacado adelante el PSOE en siete meses de gobierno, consecuencia de la debilidad parlamentaria del Ejecutivo.

En este contexto de debilidad resulta más perniciosa la división de la izquierda, que en este caso ha frustrado la posibilidad de dotar a los inquilinos de un marco legal más beneficios una necesidad imperante cuando la vivienda se ha convertido en un problema de primer orden en muchas ciudades. Podemos ha votado en contra porque el decreto no recogía todos los puntos acordados con el PSOE en el pacto presupuestario, especialmente el que las comunidades autónomas y los ayuntamientos puedan limitar con un tope la subida de los alquileres, que estos no puedan aumentar anualmente más que el IPC, la definición de vivienda vacía y un preaviso de seis meses en el contrato de arrendamiento. El PSOE venía a reconocer esas ausencias señaladas, pero presentaba el decreto como un primer paso para acabar con la desregulación del mercado de la vivienda provocado por la reforma legal del 2013. Podemos no ha aceptado el paso a paso. Este dilema entre maximalismo y gradualismo ejemplifica muy bien lo que ocurre en los debates entre los partidos de izquierda, que muchas veces acaban con una marcha atrás por la falta de acuerdo para seguir adelante. Ahora, el rechazo del decreto, que solo ha estado en vigor un mes, significará la vuelta a los contratos de tres años en lugar de cinco y a las fianzas sin tope concreto.

El veto al decreto de alquileres llega en plena negociación de los Presupuestos. Pese a las divergencias, PSOE y Podemos harían bien en colaborar para aprobar medidas sociales que combatan el desencanto y los problemas reales de los más desfavorecidos, ya que a nadie se le escapa que constituyen el caldo de cultivo ideal para formaciones como Vox. Ni PSOE ni Podemos quieren ir a elecciones, por lo que su única alternativa es colaborar.