Cuando solo ha transcurrido un mes de su acceso a la Moncloa, Pedro Sánchez ha pasado, para el PP, de ser un hombre de Estado, por encima incluso de Albert Rivera, mientras apoyaba el artículo 155 en Cataluña, a pactar con los que quieren «romper España». Descabezado y en busca de líder, ello no obsta, al contrario, para que el PP vuelva al discurso del «España se rompe» y a la crispación que practicó con denuedo las dos legislaturas de Zapatero.

La mayoría de los candidatos en las primarias --y especialmente los favoritos Soraya Sáenz de Santamaría, Dolores de Cospedal y Pablo Casado-- se han olvidado de hablar de temas de partido, que es lo que se dilucida ahora, para dedicarse a acusar a Sánchez de pagar precio a los independentistas --por el traslado de presos-- y a Podemos, por la renovación de RTVE. En este último caso, los reproches están justificados por lo mal que se está haciendo, aunque el PP no sea el más indicado para reclamar a sus adversarios la despolitización de la corporación.

El PP siempre aplica en la cuestión territorial el doble rasero. Si gobierna y pacta con los nacionalistas, lo hace «por el bien de España», pero, si el que está en el Gobierno es el PSOE, «España se rompe». Los ejemplos son tantos que produce rubor comprobar que el PP no tiene memoria ni es capaz de preguntarse si su discurso sigue siendo creíble. El PP pactó los presupuestos con el PNV y días después echó en cara al PSOE aceptar el apoyo vasco a la moción. También se escandalizó de que Sánchez recibiera los votos de los independentistas catalanes y de Bildu, mientras que la elección de la presidenta del Congreso, Ana Pastor, y de la Mesa de la Cámara contó con la abstención o el voto favorable de ERC y del actual PDECat. A propósito de Bildu, el vicesecretario del PP Javier Maroto no hizo ascos a sus votos cuando era alcalde de Vitoria. Es más, declaró entonces que había que «buscar consensos con todos» y «abrir puentes». Maroto ha sido uno de los dirigentes del PP que ha recriminado a Sánchez aceptar los votos independentistas, aunque, como sostiene el PSOE, haya sido sin pacto previo y sin contrapartidas.

El PP tiene derecho a estar molesto y a no digerir aún la moción de censura, pero sería bueno que, a la vista de cómo se comportó el PSOE en la cuestión catalana, los populares hagan oposición, pero no crispación, como les recordó Sánchez en el Congreso.