La entrega de los premios de la Fundación Princesa de Girona no pudo sustraerse a la situación política por la que atraviesa Cataluña. Mientras en el interior del Palau de Congressos de Cataluña, en la avenida Diagonal de Barcelona, el rey Felipe VI, la reina Letizia, la princesa Leonor y la infanta Sofía eran recibidos con prolongados aplausos y con los asistentes puestos en pie, en el exterior centenares de manifestantes protestaban por la presencia de la familia real en Barcelona. La princesa Leonor pronunció parte de su discurso en un catalán más que aceptable, con elogiosas referencias a Cataluña, y el Rey también habló en la lengua propia de Cataluña durante su intervención. Fue precisamente en esta parte de su discurso cuando Felipe VI hizo la referencia política más explícita. Tras ensalzar la decisiva contribución catalana a la consolidación de la democracia española --«una Cataluña orgullosa de sus señas de identidad, plural e integradora, constructiva y solidaria con el progreso en general»--, afirmó que en el presente y en el futuro «no pueden tener cabida ni la violencia ni la intolerancia ni el desprecio a los derechos y libertades de los demás». Palabras adecuadas para alertar sobre el filo sobre el que se está caminando en Cataluña tras la sentencia del Tribunal Supremo y que toman un especial sentido ante algunas de las actitudes que se estaban expresando en las inmediaciones del recinto.

Las protestas en la calle ante la presencia del Rey en Cataluña son perfectamente legítimas, y pudieron desarrollarse sin impedimentos, aunque sin duda sería deseable que el clima de diálogo y respeto mutuo que imperase en Cataluña se asemejase más al que se vivió en el interior del Palau de Congressos. Lo que en ningún caso son de recibo son los intentos de impedir el acto. Ni las acciones para imposibilitar el acceso de algunos invitados, coaccionados y acosados, ni los insultos o las agresiones a los periodistas. El viaje del Rey a Barcelona no puede ser tildado de un acto electoral. Considerar una provocación, una excepcionalidad o una situación anómala la presencia del jefe del Estado en Cataluña sería tanto como aceptar que el marco imaginario en el que algunos creyeron en octubre del 2017 es real. Y ni la mayoría de los catalanes lo aceptan, ni es imaginable que las instituciones del Estado se plieguen a ello.

En la concentración de protesta participaron cargos públicos mientras en la ceremonia, a pesar de la presencia de numerosas instituciones del país, fue clamorosa la ausencia de representantes de la Generalitat o de la alcaldesa de Barcelona. En este sentido, los políticos tienen más derecho a la protesta que justificación los representantes de las instituciones por su ausencia. Al margen de la situación política, que por fuerza tenía que marcar la concesión de los premios, hay que resaltar que los galardones de la Fundación Princesa de Girona, que este año cumple su décimo aniversario, merecen todo el apoyo, ya que se dedican a premiar a jóvenes investigadores en proyectos científicos, empresariales, de artes y letras y de contenido social. Es lamentable que una labor tan digna de elogio quede empañada por la confrontación política.