Daniel Geffner es un médico nacido en Buenos Aires (Argentina) que reside en València desde 1978. Nueve años más tarde abandonó las listas del paro para incorporarse como neurólogo a la plantilla del Hospital General de Castellón, donde después sería nombrado jefe de servicio en dicha especialidad, cargo que desempeñó hasta que resultó elegido diputado autonómico al comienzo de esta legislatura. Para dar el salto a la política aprovechó el movimiento del 15-M, donde se significó como un activista social en contra de la privatización del sistema público de Salud, y fichó por Podemos, de cuya dirección forma parte.

Geffner ha sido ahora el impulsor de presentar en Les Corts una enmienda a la ley de acompañamiento de los presupuestos de la Generalitat, que salió adelante por mayoría y significa la obligatoriedad de implantar un segundo médico en los festejos taurinos que tengan lugar en la Comunitat Valenciana bajo la modalidad del bou al carrer. Geffner no hizo otra cosa que ser el altavoz del Colegio de Médicos y, tal vez por corporativismo, logró colar la norma que les iba aportar cientos de miles de euros cada año a sus bolsillos. Todo sin detenerse a consultar con los aficionados que promueven esta fiesta y generar el debate que siempre resulta conveniente.

Geffner ha optado por la imposición, todo lo contrario de lo que pregona su partido. Entre una remesa de papeles, coló en Les Corts la petición del Colegio de Médicos, que dos meses antes --vaya error-- había suscrito con su firma la coportavoz del PP, María José Catalá, y que por fortuna no llegó a votarse. Al menos, el doctor de Podemos hubiese podido aprovechar sus muchos años de estancia en el Hospital General de Castellón para saber algo más de la cultura del bou en nuestras comarcas. Así conocería que tener dos médicos obligados en las exhibiciones taurinas es inviable. Primero porque no existen galenos suficientes y, además, porque el coste no se puede asumir. No vale tampoco aquello de dirigir las miras a los municipios de más de 5.000 habitantes, porque un toro tiene el mismo peligro con independencia del lugar donde se exhiba, por pequeño que sea el pueblo... El lío ya está armado y, con el grueso de la temporada por comenzar, lo prudente --como piden los alcaldes al unísono-- es dar marcha atrás, derogar la normativa, sentarse con todos los colectivos y remar por el bien de una tradición que es seña de identidad en Castellón.