El presidente Donald Trump afronta las últimas semanas de campaña para las elecciones de mitad de mandato con viento de cola merced a la confirmación del controvertido Brett Kavanaugh para ocupar un puesto en el Tribunal Supremo y a la desorientación de los demócratas, que no han recuperado el aliento desde noviembre del año 2016. Trump retiene el grueso de sus votantes de hace dos años, mientras en el Partido Demócrata se ha instalado un sentimiento de frustración y su electorado tradicional emite evidentes señales de desmovilización.

El carácter refrendario de la figura de Trump que se ha dado a la jornada del 6 de noviembre, presentada como la ocasión propicia para corregir su política en un sentido menos agresivo, puede ser, por el contrario, el resorte que refuerce su objetivo de impugnar el statu quo internacional, responder a la globalización con más proteccionismo y fijar nuevas reglas a los aliados. El presidente parece a salvo de deserciones entre su electorado y la pérdida de la mayoría en una de las dos cámaras del Congreso depende en exclusiva de la capacidad de los demócratas de conseguir activar a sus votantes y atraer a una parte de los miles de indecisos que en el año 2016 prefirieron confiar en el Partido Republicano. Pero la exaltación de Trump después de colocar a Kavanaugh parece dar la razón a los sondeos que vaticinan un retraimiento del voto liberal o, lo que es lo mismo, una consolidación del bloque ultraconservador captado por el nacionalismo arrogante del eslogan América primero.