El martes pasado vivimos uno de los días más tristes para la democracia en Castelló. El bipartito de derechas (PP y Ciudadanos) abandonó el pleno y huyó del debate del Plan General. Prefieren un PGOU anulado por la Justicia hace 11 años que un nuevo modelo de ciudad sostenible, participativo, defensor del territorio, alejado de la especulación y con visión de futuro. Personalmente creo que es un acto antidemocrático porque niega el debate y se entrega al postureo, la pataleta y la foto fácil. En democracia, si no estás de acuerdo con las políticas de la mayoría legitimada por la ciudadanía expones tus argumentos e intentas convencer. No eres el niño que coge su pelota y se acaba el partido.

Puedo llegar a entender la actitud del PP. Dolidos por el resultado electoral del 28A, sin nada que les tape las vergüenzas de sus descalabros urbanísticos del pasado y con su mayor currante en materia urbanística de este mandato, el señor Feliu, en la rampa de salida no parecen las mejores condiciones para afrontar un debate de tal calado. Pero lo de Ciudadanos es difícil de entender (y ya van unas cuantas). Hacer seguidismo a Begoña Carrasco y no decir ni mu es, como mínimo, una estrategia de dudosa utilidad.

Nosotros hemos hecho un proceso participativo sobre planeamiento urbanístico nunca visto en esta ciudad (donde la derecha no ha querido participar). ¿Eso significa contentar a todos? No. La participación no es dar lo que todos los ciudadanos piden. Consiste en escuchar, compatibilizar la enorme pluralidad de propuestas y decidir. Es imposible que un Plan General guste a todos. Hay intereses personales que chocan contra otros intereses personales, generales, la legalidad, la viabilidad económica o jurídica o con el modelo de ciudad deseado. Por ejemplo, hay vecinos que quieren proteger la franja litoral de edificaciones y otros que quieren edificios de diez alturas en primera línea de playa.

Pero hay ciertas acusaciones para justificar el sainete del martes que me parecen ciencia ficción. Hipotecar la ciudad es dejar Castelló con un Plan General anulado por los tribunales y no querer aceptarlo hasta 4 años más tarde, clasificar y reclasificar de manera caprichosa frente a criterios técnicos y jurídicos objetivos, engañar a los marjaleros con unos diplomas que no regularizan nada y aprobar un Plan Especial del que no se ha desarrollado un solo metro cuadrado. Sonroja recibir lecciones de un grupo político que ha gobernado 24 años esta ciudad y no ha sido capaz de aprobar ningún plan urbanístico que no haya sido tumbado por la justicia, ¡ninguno!

Decir que las 17 reuniones por los barrios no han servido de nada es mentir. Si no que pregunten, por ejemplo, a los vecinos de la zona este de la ciudad donde, gracias a ese proceso, se obtiene una zona dotacional y se recupera la expansión residencial de Sensal. O a los del distrito norte que han conseguido proteger los Carmelos, o a los del sur que mejoran la accesibilidad ciclopeatonal entre barrios periféricos. Estas y otras bondades del planeamiento quedarían, si fuera por la derecha de Castelló, en el mismo lugar que quedó el martes su sentido democrático, su memoria y su vergüenza: donde habita el olvido.

*Concejal de Urbanismo en el Ayuntamiento de Castelló