Se usa la expresión dorar la píldora cuando se pretende atenuar el efecto negativo que una mala noticia puede tener sobre una persona y se quiere hacer la situación más agradable y fácil de sobrellevar, adornando la situación y haciéndola parecer más positiva o inocua de lo que realmente es. El origen de la misma se remonta a los tiempos en que los boticarios preparaban los remedios farmacéuticos, en forma de píldora, manualmente y necesitaban disimular o eliminar el sabor amargo y desagradable de los compuestos químicos.

En la actualidad, la inmensa mayoría de pastillas se fabrican en laboratorios que les aplican un recubrimiento que disimula su mal sabor y amargor. Pero en aquella época era labor del farmacéutico el lograr este efecto, y lo conseguía bañando el fármaco en una sustancia dulce para después someterlo al fuego (dorarlo), logrando así una capa exterior o costra dura de sabor dulce. Así, enmascarada, no se siente el verdadero amargor de la píldora (o noticia) digiriéndose más fácilmente mientras se hace pasar por bueno y favorable algo que no lo es tanto. Y parece que nos quieren dorar la píldora con la convocatoria de nuevas elecciones generales, pues España se encamina de nuevo a las urnas el 10-N.

Este hecho solo demuestra que tenemos unos políticos de segunda, incapaces por un ego desmesurado, por tozudez, por soberbia o por falta de formación de alcanzar un acuerdo entre ellos. Ninguno de los cuatro líderes principales (Sánchez, Casado, Rivera e Iglesias) han estado a la altura, ni se han movido en la dirección correcta, o lo han hecho tarde y mal. Como siempre, el coste institucional y económico de esta parálisis política y de la nueva convocatoria (140 millones sin contar las subvenciones a los partidos) lo pagaremos los españoles. Lamentable.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)