España ha tropezado dos veces en la misma piedra de los gobiernos irresponsables. Son los que van de Zapatero a Sánchez. Su modus operandi ante una crisis económica y social, ya sea de origen financiero o de origen sanitario, ha sido exactamente el mismo. Negación de las evidencias, engaño, inacción, parálisis y una soberbia ideológica impropia de quien llevó y va a llevar al país a una situación de despeñamiento económico y social sin precedentes.

Zapatero fue el holgazán que no tomoóninguna decisión tendente a aminorar la caída por el precipicio de la economía española, sino más bien lo contrario. Es más, llegó a afirmar que su ideología le impedía pactar con el Partido Popular la salida de la crisis. Pero eso sí, a comienzos de 2010 exigió al Partido Popular un pacto: «que el PP arrimara el hombro».

Igual que Sánchez, quien pese a las continuas alertas de la Organización Mundial de la Salud desde el 31 de diciembre del año pasado, a lo largo de todo el mes de enero y especialmente cuando el 25 de febrero alertó de una pandemia mundial, fue incapaz de tomar medidas hasta el 14 de marzo, convirtiéndonos en el país del mundo con mayor tasa de mortalidad por millón de habitantes, a la par con Bélgica. Durante semanas Sánchez fue incapaz de llamar por teléfono al principal líder de la oposición, Pablo Casado, para pactar con él las medidas para la recuperación sanitaria, económica y social. Pero eso sí, ahora su gobierno dice que para salvar vidas han tenido que elegir a Bildu porque el PP ha abdicado de sus responsabilidades.

Durante la campaña electoral todos recordamos aquel debate entre Solbes y Pizarro. Aquel debate que ganó Solbes, pero perdimos los españoles. El candidato del Partido Popular pedía que se tomaran medidas ante la crisis que se avecinaba. La respuesta del PSOE fue acusar al PP de «catastrofistas» y «antipatriotas». Negaron la realidad de la crisis económica que se avecinaba y las consecuencias las sufrieron todos los españoles.

DURANTE el pasado mes de febrero fueron muchas las voces que alertaron al gobierno de Sánchez de que se acercaba una pandemia sanitaria que podía ser mortal. Que ya había llegado a Italia y que había que ser drásticos en la toma de decisiones. La respuesta de los socialistas fue tachar esas voces de «alarmistas», de preferir el «cuanto peor, mejor». De nada sirvió que el responsable de seguridad y prevención de la Policía Nacional intentara dotar de mascarillas a los policías de aeropuertos y fronteras. De nada sirvió que la Comunidad de Madrid pidiera el cierre de Centros de Día, de colegios y residencias. De nada sirvió que los sindicatos sanitarios en la Comunitat Valenciana pidieran en enero material de protección para lo que se avecinaba. Todo quedó en suspenso para permitir que las manifestaciones del 8-M tuvieran lugar. Las consecuencias sanitarias a la vista están: casi 30.000 muertos oficiales, a la espera de sumar los de las residencias y domicilios particulares. Podemos llegar a doblar el número de españoles fallecidos.

Zapatero no hizo caso al Partido Popular y disparó el déficit del Estado por encima del 12%, alcanzó los 6 millones de parados, retrasó la edad de jubilación y disparó el paro juvenil al 55%; todo por no querer reformar el mercado laboral. Se vio obligado a bajar un 5% el sueldo a funcionarios, a congelar pensiones y a suprimir durante seis meses las ayudas a la dependencia.

Sánchez y su ‘alter ego’, Iglesias, nos han mentido sobre la pandemia, nos han engañado sobre la obligatoriedad o no del uso de las mascarillas, nos siguen engañado sobre la necesidad o no de hacer test a la población de forma generalizada. Y ahora pretenden revertir la ‘reforma laboral’ que facilitó que el paro bajara del 26’9% en 2012 al 13% en 2019. A sus errores sanitarios les van a seguir sus desatinos económicos y unas consecuencias sociales devastadoras. Por segunda vez los españoles hemos tropezado con la piedra de un gobierno dañino, del que tardaremos en recuperarnos.

*Portavoz del PP en la Diputación de Castellón