Pocas dudas caben en cuanto a la relación entre los negocios sucios y los oligarcas que se adueñaron de la economía rusa después del hundimiento de la Unión Soviética. La investigación realizada por 21 medios, entre ellos El Periódico del Catalunya, coordinada por Crime and Corruption Reporting Project, deja al descubierto una tupida red de empresas fantasma, empresas offshore y otras formas de encubrimiento destinadas a ocultar una compleja red de operaciones realizadas fuera del sistema financiero convencional. De cuanto publicamos se infiere que un banco de inversiones, Troika Dialog, diseñó un laberinto de operaciones cruzadas entre no menos de 75 empresas, estuvo detrás de 1,3 millones de transacciones entre 238.000 compañías y particulares y privó al erario ruso de ingresar los impuestos correspondientes al dinero movilizado.

Con ser grave la existencia de esa red de cariz mafioso, lo es más el hecho de que el blanqueo y la evasión de capitales cuente con la complicidad o el consentimiento implícito de la cima del Estado. Que uno de los nombres que aparecen en la investigación sea el de Vladímir Artyakov, un empresario del sector tecnológico y del armamento de la máxima confianza de Vladímir Putin, transmite la idea de que la Rusia que abrazó el capitalismo después de la quiebra estrepitosa del comunismo asimiló rápidamente lo peor de la economía de mercado, pero desdeñó sus virtudes y exigencias.

Tanto es así que la capacidad del sistema ruso de contaminar otras economías es hace tiempo una certidumbre más que una sospecha. Desde las grandes entidades de las finanzas globales hasta las economías a escala local, todo está expuesto al contagio, a la incursión de la economía a oscuras. Las operaciones de Artyakov en la Costa Brava confirman los riesgos y permiten deducir que en mercados especialmente expuestos a la especulación y al blanqueo de capitales, como el inmobiliario, es cada vez mayor la posibilidad de que las mafias arraiguen.

Así las cosas, se multiplican las pruebas acerca de la adopción por los gobernantes rusos de un sistema financiero del todo opaco que deja a salvo los intereses de los oligarcas, sostén principal del aparato de poder instalado en el Kremlin, y les permite actuar fuera de control en las finanzas internacionales. Un mercado poco regulado, pero con algunas reglas de elemental decencia.