En psicología existen una gran variedad de síndromes, muchos de los cuales utilizan la metonimia en el nombre como explicación al efecto al que se refiere. Algunos ejemplos los encontramos en el síndrome de Peter Pan, el de Otelo, el de Mandela o el de Alicia en el país de las maravillas. Uno de los destacados es el llamado efecto camaleón. Este efecto define la realidad de que en cierta manera todos funcionamos como si fuéramos un espejo para otras personas, imitando gestos o emociones de los demás. Por ejemplo, la reacción natural cuando alguien sufre un ataque de risa es reír con él. Incluso cuando se está con alguien que cruza las piernas, posiblemente acabemos por sentarnos de la misma forma o adoptemos el mismo acento con el que habla nuestro interlocutor.

El descubrimiento de las neuronas espejo es el que ha ofrecido la explicación sobre el mecanismo neuronal que subyace a este contagio emocional. Al parecer, este se debe a que las neuronas espejo se activan en el cerebro cuando se observa una acción, emoción o sentimiento en los demás. Esto es una demostración de que, en el fondo, somos seres creados para vivir en sociedad, con gente, y que estamos diseñados para aprender por imitación. Sin ir más lejos, los hijos observan e imitan a los padres, aprendiendo de lo que le ocurre a sus hermanos cuando son premiados o castigados por una determinada conducta (aprendizaje vicario). De esta misma manera, el mimetismo sirve también para contagiar emociones. Todos hemos experimentado la gran diferencia que hay entre ver una película de risa con gente a hacerlo a solas. En definitiva, se tiene una predisposición a experimentar las mismas sensaciones que la de las personas con las que se comparte una situación, acontecimiento o evento.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)