No hace falta ser un experto melómano para saber que Wolfgang Amadeus Mozart es el músico más prolífico (620 obras destacando 50 sinfonías y 21 óperas) de la historia. Pero más que la brutal cantidad de composiciones de su corta vida (35 años), su mayor contribución fue la facilidad con que fusionó la música con el estado de ánimo. Tanto fue así, que en la década de los 80 y 90 diversas investigaciones aseguraban que la exposición de los estudiantes durante 10 minutos a la Sonata para dos pianos en re mayor KV 448/375, tenía efectos positivos en las pruebas de razonamiento espacio temporal. A esto se le llamó el efecto Mozart. Poco después, otro artículo determinó que escuchar a Mozart nos hacía más listos.

Tanto la industria musical, como escuelas y políticos lo utilizaron como herramienta de marketing hasta el punto de que en 1998 gobernadores de diferentes estados (Georgia, Dakota, Texas...) regalaban un CD del compositor a cada madre primeriza que diera a luz en el estado en cuestión. En Florida se llegó aún mas lejos al aprobarse una ley que obligaba a que todos los niños con edades inferiores a cinco años debían escuchar en el colegio 30 minutos diarios de música clásica. Ahora, los mismos investigadores que afirmaron la existencia del efecto Mozart, se muestran molestos con el grado de explotación comercial de tal efecto y la orientación lucrativa que se ha dado a sus investigaciones, dejando claro en todas sus conferencias que no existe evidencia científica de que al escuchar música, de la clase que sea, se incremente la inteligencia.

Las sonatas de Mozart serán agradables para el oído, pero no potencian las habilidades cognitivas; es una leyenda urbana. Escuchar a Mozart es positivo para la salud emocional mejorando el estado de ánimo, pero no nos hará mas inteligentes.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)