El despertador de mi mujer vuelve a sonar a las 06.30. Tiene que ir a trabajar. Esta noche he dormido mal. He vuelto a soñar con que me faltan tres puñeteras asignaturas para acabar la carrera. Un sueño recurrente que llevaba tiempo sin tocarme los huevos. Pero que ha vuelto. Siempre vuelve. No negaré que me costó acabar Derecho. El Procesal, el Mercantil y el Penal se me atragantaron especialmente. Aunque tampoco puedo decir que sufriera lo indecible para sacar adelante esas asignaturas. Imagino que, como muchos estudiantes, al equivocarme al escoger titulación padecí un poco más de la cuenta. Debí estudiar Comunicación o Humanidades, estoy convencido. Pero no fue nada tan grave como para que más de veinte años después siga teniendo esos sueños. La mente es una perra curiosa. Nadie sabe a ciencia cierta por qué hace según qué cosas.

Al salir el sol saco a pasear a mi perrita. Damos una vuelta por el bulevar y regresamos a casa. El horno no está para bollos. Hay que salir lo mínimo indispensable. Nuestro papel como ciudadanos está en casa. Aquí es donde hacemos falta. ¡Maldito virus! Hoy no hay partida de Minecraft. Los padres de las gemelas les han prohibido usar sus tabletas entre semana. Nosotros sí que se las dejamos usar a nuestros pequeños, para jugar y para ver algunos vídeos. Una horita al día, más o menos. Bien temprano nos ponemos con las tareas de la casa y con los deberes. Primero repasamos un poco de inglés y enseguida tratamos de conectar con la web de la Generalitat en la que sus profesoras han dejado preparadas las clases. Hoy voy a hacer de profesor de valenciano, castellano y matemáticas. Estamos listos.

Para mi sorpresa, la web no funciona. El Mestre a Casa ha fallado como una escopeta de feria. La página está saturada y un mensaje indica que se encuentra fuera de servicio por motivos técnicos. ¿De qué me extraño? Que la Conselleria d’Educació tenga la web plenamente operativa el día en que cientos de miles de familias nos vamos a conectar es una quimera. El ego de algunos políticos es directamente proporcional a su ineptitud. Prometer hasta meter, y después de haber metido… Nada de lo prometido.

Sacamos los libros y empezamos la sesión de lectura. Mi hijo mayor no protesta. Sabe que hoy termina la novela que le recomendaron en el colegio y tan poca gracia le ha hecho. Es feliz. Mañana ya leerá algo más entretenido. El pequeño sí que protesta, pero poco. ¡No somos nadie!

A la una me echo la siesta del borrego. Hoy apenas hay sol, pero no importa. He dormido mal y estoy cansado. No sueño con nada. María vuelve a casa mentalmente agotada. Es mediodía. La jornada en el hospital ha sido agotadora. Solo se habla del Covid-19. No hay otro tema. No hay nada más. Han operado a personas enfermas, hay vida más allá del coronavirus, pero no se habla de ello.

Por la tarde nos llega un email desde el colegio. Ya se imaginaban que la web de Conselleria no aguantaría y han preparado el trabajo para que los padres lo recibamos igualmente. Pasamos la tarde entre divisiones, multiplicaciones, textos y demás. Al final podemos dar clase.

Al final de la tarde ponemos la televisión y vemos unos divertidos videos mexicanos. El canal de youtube Backdoor se ha convertido en una fuente inagotable de carcajadas. Lo descubrí hace unos pocos días y es una maravilla. Para no cambiar de costumbre, no he escrito ni una sola línea de mi nueva novela. ¡Maldito virus!

*Escritor