La convocatoria de elecciones se ha convertido en la clave de la crisis en Cataluña a escasos días de las dos cruciales sesiones parlamentarias en el Senado y en el Parlament. Carles Puigdemont no se ha pronunciado respecto a si acabará poniendo las urnas (esta vez de forma legal), pero son múltiples las voces (sociedad civil, mundo económico, medios de comunicación) que consideran que llamar a votar a los catalanes es la única forma no de solucionar una crisis demasiado compleja, pero sí de evitar el abismo y abrir la puerta a encauzar el conflicto de forma política sin que decisiones irreversibles.

Sobre Puigdemont recaen fuerzas divergentes. La CUP ayer admitió que la convocatoria de elecciones está encima de la mesa del presidente catalán y, tal vez olvidando su propio lema de que este asunto iba de democracia, criticó con dureza un adelanto electoral. Una parte importante del independentismo (no solo la CUP, también dentro de Junts pel Sí) ve las elecciones como una rendición tras haber llegado a las puertas de la DUI, y más aún con el precio pagado por ello (la represión del 1-O, el encarcelamiento de Jordi Sánchez y Jordi Cruixart). Este sector quiere dirimir en la calle el choque con el Estado que implicaría la aplicación del 155 duro que ha preparado el Gobierno de Mariano Rajoy. Trasladar el conflicto a la capacidad de desobedecer de los funcionarios y a la movilización ciudadana es, sin duda alguna, un grave error.

En Madrid, diversas voces del PP (algunas tan cualificadas como las del ministro de Justicia, Rafael Catalá) afirman ahora que la convocatoria de elecciones ya no bastaría para evitar el 155. Hace días desde la Moncloa se decía lo contrario, de ahí la opinión contraria del PSOE e incluso de Ciudadanos. Hay una pulsión dentro del PP que le lleva a buscar fórmulas que no sirven para encontrar una solución, sino para vencer por goleada, de la misma forma que en el bloque independentista existe una tendencia a sacrificarlo todo (incluso 40 años de prosperidad y autogobierno) al altar incierto de la DUI. Haría bien Puigdemont en fijarse en qué voces están a favor de convocar elecciones y cuáles no. Y haría bien Rajoy en no dejarse influir por quiénes entre sus filas quieren aprovechar la crisis para avanzar su agenda recentralizadora o resarcirse del 1-O. Si Puigdemont convoca elecciones como siempre no hay motivos para el 155.