Al cansancio electoral ante las próximas elecciones del 10 de noviembre, se suman los gastos electorales que éstas van a suponer, alrededor de 150 millones de euros. Todo y ser dinero, este no va a ser el problema por el que España vaya a pasar una época peor, pues representa aproximadamente el 0,1% de nuestro PIB, por tanto se puede pensar que es un precio que pagamos gustosos, por vivir en un sistema democrático, por imperfecto que éste sea.

Los problemas económicos de España son otros, derivados de la inestabilidad política y la inseguridad y desconfianza que se ha instalado en la sociedad española desde la moción de censura del año pasado, porque aunque nuestro ordenamiento constitucional recoge que una moción de censura ha de ser constructiva, es decir, con un candidato y un programa, formalmente se cumplió, pero en la realidad no. Aquella moción fue contra alguien, no a favor de alguien y eso a lo que nos ha llevado es a una política errática, inexistente y en el mejor de los casos de vuelta a los presupuestos del Estado aprobados con anterioridad.

Y digo en el mejor de los casos porque la política económica que hubiera salido de los presupuestos que pretendió aprobar Pedro Sánchez a comienzos de este año suponían más gasto, más impuestos, más déficit, más deuda y más intervención en la economía.

Por tanto el problema no es tanto el gasto que suponen unas elecciones, como el gasto oculto que supone estar permanentemente en inestabilidad política. Porque la inestabilidad lo único que genera es desconfianza, y la desconfianza es una de las peores cosas que puede tener la economía de un país.

Los agentes económicos, las familias, las empresas, no saben a que atenerse. Hay muchos consumidores que aunque todavía no hayan visto disminuir su renta, como si están viendo que el horizonte es cada vez más oscuro, están empezando a ser más prudentes, lo cual está notándose en la caída del consumo, especialmente en los bienes de consumo duradero y también en el incremento del ahorro, que aunque en sí mismo es un factor positivo, no lo es cuando es consecuencia de un clima de desconfianza y no de un ahorro procedente del excedente de la renta.

Lo está notando la industria, que está parando ya muchos procesos, ante la falta de inversión motivada por el retraimiento de la demanda. Especialmente significativa es la caída de la inversión extranjera, porque si no hay consumo y además te suben los impuestos, entonces no hay inversión, porque son costes difíciles de amortizar en una economía tan globalizada.

Por eso subir impuestos afecta también negativamente, porque es la manera más rápida de expulsar el empleo, el crecimiento y la riqueza de un país.

El frenazo económico a nivel mundial, con la guerra comercial, la crisis con Irán o la resolución del brexit, auguran unas consecuencias económicas graves. Electoralmente serán muy rentables para el PSOE sus promesas económicas, pero al final los paganos serán los contribuyentes españoles con su dinero los que acabarán pagando los caprichos de los socialistas.

Las recetas socialistas ya sabemos donde nos llevan, porque son las mismas que en 2007 nos llevaron a la peor crisis económica que ha sufrido este país. No cometamos el mismo error. Sería imperdonable.

*Portavoz del grupo popular en la Diputación de Castellón