Echar un vistazo a la lista de deberes pendientes del Parlamento europeo (de la negociación del Presupuesto a la reforma de la política de asilo; de la reforma del espacio Schengen a la protección de la privacidad en las comunicaciones) da una idea del calado de los temas que los eurodiputados que salgan de las elecciones al Parlamento europeo tendrán que abordar. Si a eso se le añade los problemas internos de la UE (el brexit y sus consecuencias, el auge de la ultraderecha, el déficit democrático, la gobernanza del euro....) y los grandes temas que solo pueden tratarse desde una perspectiva global (como ejemplo más claro, la emergencia climática), debería ser una sorpresa el escaso, por no decir que nulo, interés que generan los grandes debates europeos en estas elecciones europeas. En interés político, mediático y ciudadano, estos comicios están por detrás de las municipales y autonómicas y serán leídos en términos internos: si el PSOE mantiene el impulso del 28-A y si Oriol Junqueras o Carles Puigdemont logran la victoria en el campo independentista catalán.

España no es una excepción: en la mayoría de los países europeos las elecciones al europarlamento se interpretan en clave interna. La diferencia es que en España apenas hay debate sobre la construcción europea. No lo hubo en los tiempos de vino y rosas, de fondos de cohesión y de integración europea, cuando se ondeaba la bandera de la UE con un entusiasmo demasiado a menudo naíf. Y no lo hubo en los tiempos de sangre, sudor y lágrimas, de ajuste presupuestario, de austeridad forzada y de control de las cuentas por parte de los hombres de negro de Bruselas. Hoy, los cabezas de lista a las europeas apenas hablan de la UE si no es para referirse a asuntos internos (con el procés como tema estrella). No hay debate, por ejemplo, sobre si el más votado de entre los Spitzenkandidaten debe ser automáticamente el presidente de la Comisión Europea o si esta decisión debe quedar en manos de los Estados miembros. Esta es una de las corrientes subyacentes de la construcción europea y de esas elecciones: una mayor legitimidad democrática del europarlamento le daría un mayor poder político, pero la UE es ante todo un club de estados, lo cual resta interés ciudadano dado que su voto se pierde en un intrincado sistema institucional. Este es uno de los motivos que explican que en estas elecciones tantos enemigos de la construcción de Europa vayan a lograr un escaño.