Podía parecer que la campaña para las elecciones estadounidenses había empezado hace unos meses con la recua de debates televisivos y mítines. Sin embargo, el largo proceso para elegir a los candidatos a suceder a Barack Obama y ocupar la Casa Blanca los próximos cuatro años empieza ahora con los excéntricos caucus en el pequeño estado agrícola de Iowa.

Como en toda carrera electoral, cuando faltan todavía nueve meses para las elecciones, toda predicción es inútil, pero lo relevante es la fotografía del momento actual. En el campo conservador parece que Donald Trump no tiene quien le detenga. Con él, el Partido Republicano tiene un grave problema porque el millonario puede acabar dividiendo al partido. En el campo demócrata, Hillary Clinton tiene un indeseado rival en el izquierdista Bernie Sanders, que no era previsible que ganara tanta atención de los electores y que ya ha obligado a la exsecretaria de Estado a inclinar su programa hacia la izquierda. Trump y Sanders nada tienen que ver entre sí, pero el ascenso de ambos es el reflejo del descontento general de los votantes que han perdido la confianza en la clase política y se han sentido maltratados por el poder. En esto, en la indignación, EEUU se está pareciendo a Europa.