La preocupación de las empresas españolas en Cuba, tras la activación del título III de la ley Helms-Burton, está plenamente justificada. Esta norma, que permite a los ciudadanos estadounidenses demandar a las empresas extranjeras que se benefician de propiedades confiscadas por la Revolución cubana desde 1959, ha abierto la caja de los truenos. Suspendida desde 1996 por Bill Clinton, no sorprende que haya sido Donald Trump quien haya decidido su puesta en marcha. A diferencia de sus antecesores en el cargo, al actual presidente de EEUU no parece importarle las consecuencias diplomáticas que comporta una medida de este calibre. En su obsesión por asfixiar Cuba, como ocurre con otros frentes de su política exterior (Irán, China...), Trump ignora los efectos de sus irresponsables actos.

En el caso cubano, las compañías españolas son las más expuestas a una guerra judicial. España es uno de los principales inversores en Cuba, sobre todo en hoteles, pero también podrían verse afectados otros sectores, como la banca y las aerolíneas. Ni el Gobierno español ni la UE se quedarán de brazos cruzados ante una eventual lluvia de demandas contra sus compañías, y tienen previstos mecanismos como el estatuto de bloqueo para contrarrestarlas. Sin embargo, y aunque se cuestiona la jurisdicción de los tribunales estadounidenses en este asunto, la batalla judicial se prevé larga y nada conveniente para los inversores.

Más allá del perjuicio que supondría las acciones legales que pueden tomarse contras las empresas españolas que operan en la isla caribeña, lo que más preocupa es, sobre todo, el efecto negativo que tendría esta controvertida ley en el turismo o en las inversiones, tal como han recalcado ya muchos empresarios potencialmente afectados. Ante la creciente preocupación de las organizaciones allí afincadas, esta semana pasada la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, ya viajó hasta Cuba para tratar de calmar y enviar un mensaje de ánimo a las compañías españolas. Además de mostrar su íntegro apoyo, es imprescindible a nivel continental que desde el primer minuto la respuesta europea sea de firmeza y unidad.