Esta frase de James Carville, una de las personas que ideó la campaña electoral de Bill Clinton allá por el 1992, sirvió para centrar la economía en la consecución de cuestiones relacionadas con la mejora de las condiciones de vida de las personas y sus necesidades. Hoy persiste como recordatorio para situar en el escenario la pieza clave para la resolución de un problema. Y es esta misma frase la que me viene a la cabeza cuando me siento a redactar este artículo.

A vueltas con los servicios públicos y los presupuestos que están en capilla, no puedo dejar de acordarme de cosas que se han venido produciendo durante el periodo de tiempo de «crisis» que llevamos recorrido, y enumero: pérdida de empleo público que, así dicho, parece que sea poca cosa pero, ¿y si les digo qué esto ha disparado las listas de espera para pruebas diagnósticas y de especialistas?, ¿que si les digo que España es el quinto país de la UE que menos invierte en educación y que sus ratios de alumnos son de las más altas?, ¿que las ciudades se quedan bajo mínimos con las plantillas de bomberos actuales?, ¿que hay poblaciones a las que a duras penas llega el correo?, ¿qué 34.000 dependientes podrían fallecer este año sin recibir la prestación?, ¿que la violencia de género apenas deja fondos para luchar contra los asesinatos machistas?, ¿que están colapsados servicios de tramitación obligatoria como la renovación del DNI?, ¿que las personas que gestionamos estos servicios estamos enfermando por la sobrecarga de trabajo y la rabia por no poder ofrecer toda la calidad en el servicio que consideramos debe recibir toda persona?, ¿que se ha criminalizado a las personas del sector público por el mero hecho de tener trabajo (no estable en muchas ocasiones)?, ¿que nos fueron arrebatadas condiciones laborales y salariales sin ningún tipo de negociación?

«¡Es la economía, estúpido!». Es el señor Montoro y su llamada «recuperación económica». Su no disposición a invertir en servicios públicos apostando por el beneficio privado (ya no se atreven a decir que la gestión privada es más eficaz y más rentable), a devolver a las personas el estándar de calidad social anterior a la crisis, a dignificar las condiciones laborales de las personas que hemos mantenido la atención a la ciudadanía a costa, en infinidad de ocasiones, del empeño personal.

¿Ha sido la crisis una estafa? ¿Es estructural? ¿Estamos en el preámbulo de un cambio de ciclo económico? No entraré en estas disquisiciones, doctores tiene la iglesia, pero no me resisto a manifestar que, si hemos de creer al señor Montoro sobre el milagro económico español y a la ministra Báñez sobre empleo y salarios, esta persona que escribe, está muy lejos de entender el reparto presupuestario que se perfila.

Lo cierto es que, de todo este proceso de profunda brecha económica y social, el sentimiento de la necesidad de unos servicios públicos de calidad, prestados en forma de gestión directa y la comprensión de que un mejor servicio público revierte en la ciudadanía, deja un mensaje claro los gobiernos de turno. No vamos a dejar morir el estado de bienestar en aras del beneficio económico de unos pocos.

Los presupuestos del Estado para el 2018 son la pieza clave para que los ciudadanos perciban esa recuperación económica que a sus empresas les hace multiplicar, ya no sé por cuanto, sus beneficios. Para que se tejan redes más sólidas de protección social, para que sean los servicios públicos los que los atiendan, para invertir en educación, en sanidad y como no, para devolver sus derechos a las personas que trabajamos en los servicios públicos.

Por lo tanto, señor Montoro, devuelva lo arrebatado. Usted tiene la llave.

*Secretaria general de la Federación de Servicios a la Ciudadanía CCOO Comarques del Nord