Cuando escribo este artículo, no hay acuerdo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Tan contrariada está la cosa que se habla de nuevas elecciones. Nadie sabe qué va a pasar el día que se reúna el Congreso para elegir presidente. Solo algún casandra o profeta de falsos e inciertos futuros se atrevería a pronosticar.

Imagino que Sánchez está soportando presiones de algunos barones que se alegrarían de que el PSOE, en cuestión de pactos, mirara al centro. Pero como es público y notorio, el papel de falange joseantoniana que está jugando Cs, de confrontación contra la izquierda, lo imposibilita. Al tiempo, Sánchez no tiene claro si llevar a Podemos, y a Iglesias en concreto, al Gobierno. Posiblemente porque hay alguna diferencia sustancial (Cataluña…), pero sobre todo porque conociendo el carácter y el hiperliderazgo de Iglesias, debe pensar que existe riesgo de que todo termine con una imagen de desconcierto y con dos presidentes y dos gobiernos.

Pero Podemos lo tiene claro: están pensando y diciendo que si son necesarios para formar Gobierno, deben de estar en él porque el poder, el influir en el desarrollo social y que se pueda constatar, no son simples objetivos de la política, sino el puro y duro existir de cualquier partido.

¿Qué hacer? No lo sé, ellos deben decidir. Pero lo lógico es que se esfuercen y pacten porque el pacto tiene más que ver con la voluntad popular, el bien común y el progreso social. Lo otro, en cambio, el no pacto y las elecciones, solo tienen que ver con el cabreo social, la abstención, el repunte de la derecha y, además, se dice, que todo quedaría igual. Es decir, que después del no pacto y las elecciones, tendríamos un resultado parecido y la obligación de volver a pactar de nuevo.

*Analista político