Querido lector/a, Martín Schulz, el alemán militante socialdemócrata del partido más antiguo de Europa, del SPD, y que durante años ha sido presidente del Parlamento de la Unión Europea, quiere ser canciller de Alemania y sustituir a la Angela Merkel, la de la derecha, la del CDU. La verdad es que, a los alemanes en concreto, pero también a todos los ciudadanos de la UE, nos vendría bien que el país más poderoso estuviera en manos de alguien que en los folletos y carteles de su candidatura, reclama, como algo necesario y prioritario, la llegada de los tiempos de justicia social.

En cualquier caso, aunque la necesidad de acabar con las políticas austericidas sea mucha, y aún sabiendo que, de momento, las encuestas anuncian un gran impulso para la socialdemocracia de Schulz --tanto que cabe la posibilidad de que el deseo de cambio se transforme en realidad--, el buen juicio aconseja prudencia. Falta mucho hasta el 24 de septiembre. Pero, sobre todo, porque Merkel mantiene permanentemente más del 30% del voto electoral. Además, M. Schulz y la socialdemocracia alemana tendrán que explicar, muy bien, que no tienen culpa de la brecha social abierta cuando, guste o no, han gobernado con Merkel y aún participan en el gobierno de varios Estados del país. Incluso, peor aún, tendrán que explicar como se puede vivir mejor en tiempos de globalización y con una hegemonía del capital financiero cuyos objetivos se alejan de las necesidades humanas. En conclusión, no será tarea fácil.

En todo caso, el SPD y Schulz han empezado bien: reconociendo errores del pasado, eligiendo un candidato de la talla de Merkel y queriendo salir, de las faldas de la derecha, para ser diferentes hasta el extremo de ser una alternativa portadora de justicia social. Eso que, ahora, en Alemania se llama girar a la izquierda para recuperar el espacio de la ciudadanía, el del bienestar social, el de la socialdemocracia.

*Experto en extranjería