Querido/a lector/a, un par de mis amigos aprovecharon el puente de la Constitución, para ir a conocer Córdoba y, en concreto, la Mezquita. Esa que no es propiedad del Estado porque se la ha inmatriculado la Iglesia a su nombre. Manda huevos.

Dos amigos que, como tantos otros, al volver al País Valencia, a la millor terreta del mon, se pararon en casa Pepe el de Despeñaperros. Me refiero a ese que por convicción política, o por negocio, o por las dos razones a la vez, todos los productos que vende (aceite, vino, lotería…) los tiene envueltos o impregnados con la imagen del dictador Franco o con la bandera del aguilucho. Circunstancia esta, la de la parada en la mencionada tienda, que ahora también utiliza como producto el Valle de los Caídos, fue aprovechada para hacerse una foto (con una sonrisa más cercana a la divertida provocación que al rigor patrio) y mandarla, vía wasap, a los colegas.

Querido/a lector/a, esta pequeña historia entre amigos sin intención ni trascendencia, es una anécdota que me sirve para señalar (junto con el recuerdo de la presencia de Vox, sus diputados, votos, consecuencias…) que la España actual aún huele a las dos Españas. Posiblemente porque durante los 40 años de la dictadura, Franco no quiso tejer una identidad única y compartida por todos sobre la base de los valores democráticos. Más bien al contrario, construyo una identidad, un patriotismo, un nacionalismo… en contraposición a un amplio enemigo interno que representaban los rojos, los nacionalismos periféricos, los ateos, los liberales ilustrados, los europeistas…etc. Y es que a Franco, no a Pepe el de Despeñaperros (porque este tiene que vender), les sobraba la mitad de España y de los españoles.

*Analista político