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Lo dijo Mariano Rajoy en su discurso en el debate de investidura: “España necesita un gobierno eficaz, y lo necesita con urgencia”. Es cierto. Lo necesita, por ejemplo, en la Unión Europea, que vive la recta final hacia la trascendental cumbre de Bratislava del próximo 16 de septiembre, donde se abordarán algunos de los temas clave de este difícil momento histórico, tal vez el más crucial de la construcción europea: el brexit, el reto migratorio y el azote del terrorismo. En este momento de la verdad para Europa, la España que preside Rajoy ni está ni se la espera. La última ausencia del presidente en funciones será el viernes, en la cumbre que Alexis Tsipras ha convocado en Grecia para consensuar la posición de los países del sur. Rajoy no asistirá por una mezcla de razones que definen su política en la UE: para no legitimar a un Gobierno como el griego al que considera la versión helena de Podemos y porque el popular siempre ha permanecido en un segundo plano en la escena europea.

El argumento de que este es un Gobierno en funciones que no puede ni debe tomar decisiones que no sean de urgencia no justifica la ausencia española del debate y la acción política en un momento tan crucial. De hecho, en Bruselas no extraña que Madrid no esté presente porque lleva mucho tiempo sin estarlo. No es cosa solo de la UE: la diplomacia española ha brillado por su ausencia en asuntos en los que tradicionalmente estaba presente, como Cuba o el proceso de paz en Colombia. El tancredismo al que Rajoy es tan dado en política interior también lo ha aplicado en política exterior, en una decisión en la que también influye el escaso feeling del presidente con el resto de líderes mundiales, como se ha evidenciado en muchas cumbres.

Que la silla de España esté vacía en un momento en que se debaten en el seno de la UE asuntos de tanto calado es una irresponsabilidad y una dejación de responsabilidades, y más aún de un presidente que ha hecho de “cumplir los compromisos con Europa” (entendidos como eufemismo de recortes) uno de los pilares de su política. Los intereses de España en el exterior debería ir más allá de los del partido de turno en el Gobierno. Porque por mucho que Rajoy confíe en su relación con Angela Merkel, la cancillera no representa los intereses de España. Por lo visto, nadie lo hace.