Hemos asistimos al esperpento político de los máximos dirigentes de tres países que despreciaron la pandemia del covid-19. El virus, como si pudiera vengarse de ese desprecio y les quisiera dar una cura de humildad, infectó a los tres. Primero fue Boris Johnson ; él justificaba no tomar medidas porque «aunque morirán miles de seres queridos, cuantas más personas pasen el virus ahora, un mayor porcentaje del país desarrollará inmunidad para una segunda oleada». Al pasar por la UCI infectado por la pandemia cambió de opinión y parece que se ha dejado aconsejar por los epidemiólogos. Después cayó Jair Bolsonaro , el que calificaba a la pandemia de «gripecita» y la desafiaba manteniendo actos en los que estrechaba manos, despreciando mantener la distancia social, y hacía todo lo que los expertos recomendaban evitar. Bolsonaro no parece que aprendiera mucho al padecer la enfermedad, quizá porque no estuvo grave como Johnson. El tercero en caer, esta semana, ha sido Donald Trump . Aseguró en diversas ocasiones que el virus estaba «bajo total control» y que en abril «desaparecería milagrosamente», además de un sinfín de despropósitos, propios de un descerebrado, como recomendar inyectar desinfectantes.

El virus se rió de los tres multiplicando las personas infectadas en sus países hasta ponerlos en triste cabeza mundial y la demora en tomar medidas similares a otros países la han pagado muchas personas con su vida. La infección de Trump no sabemos lo grave que será (no se lo deseo a él ni a nadie) ni si aprenderá algo de ella, pero lo que está claro es que el coronavirus ha entrado en la campaña electoral estadounidense y no se sabe si agravará las encuestas que dan a Trump por perdedor o si le beneficiará.

En nuestro país también hemos asistido a un esperpento político en la Comunidad de Madrid respecto al covid-19, con su presidenta, Isabel Díaz Ayuso , al frente. No quiso hacer caso de las recomendaciones de los expertos de aumentar los efectivos sanitarios en atención primaria, dotarse de suficientes rastreadores para controlar la cadena de contagios y crear una red de trabajadores comunitarios de salud para apoyo a población vulnerable. En lugar de eso, la Comunidad de Madrid despidió al personal sanitario contratado para hacer frente a la primera ola de la pandemia, pidió rastreadores voluntarios y autorizó la realización de pruebas de cribado, en contra de las recomendaciones de los expertos.

A lo largo de julio y agosto fueron hasta diecisiete las asociaciones científicas las que advirtieron al Gobierno de Ayuso de lo que podía suceder en Madrid como consecuencia de no aumentar las dotaciones de personal sanitario y de dotarse solo de 180 rastreadores voluntarios en vez de contratar 2.000 profesionales en tareas de vigilancia, prevención y control. Incluso más de 1.000 sanitarios firmaron el documento Decálogo contra el covid-19 en la Comunidad de Madrid: una llamada para actuar .

Los expertos avisaron en septiembre de que la situación epidemiológica de Madrid era muy grave, con la mayor incidencia de covid-19 de toda Europa. Era una advertencia a la que Ayuso hizo caso omiso, a pesar de que veía avalada por el instituto de salud de Harvard que aseguraba que Madrid doblaba la incidencia de casos diarios a partir de los que la situación se consideraba de alto riesgo y cuadruplicaba la tasa de positivos en PCR a partir de la que la Organización Mundial de la Salud considera que la transmisión no está controlada.

A pesar de ello, Ayuso se negó a tomar medidas una y otra vez. Al estilo de Johnson, Bolsonaro y Trump, contestó a las peticiones de los expertos de que tomara medidas que «todos los días hay atropellos y no por eso se prohíben los coches». Al final no tuvo más remedio que actuar, pero lo hizo tarde y mal. Las medidas de la Consejería de Sanidad de Madrid confinando barrios fueron calificadas por los expertos como «insuficientes y estigmatizantes, es más, en algunos casos resultan contraproducentes, desenfocadas y de dudosa efectividad». El cierre de parques y jardines se calificó por los expertos como «injusto y contraproducente» ya que son entornos de bajo riesgo de transmisión y permiten actividades saludables.

Ante la insistencia a Ayuso de que tomara otras medidas, se negó bajo el pretexto de que no había criterios uniformes en España para tomarlas. Cuando el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud ha acordado los criterios, los ha cuestionado y Madrid es la única comunidad autónoma que las recurre ante la justicia alardeando de ello públicamente.

Con esta pandemia nos enfrentamos a algo desconocido hasta ahora. Los expertos van evolucionando en sus consejos de cómo actuar a medida que se va conociendo más sobre sus efectos y el contagio. No es fácil tomar decisiones acertadas en ese contexto, pero lo que es inadmisible es no tomarlas o hacerlo desoyendo las recomendaciones de los expertos y respondiendo a otros intereses que no sean velar por la salud de la población.

La politización de la pandemia que hace la presidenta Ayuso es insoportable y el desprecio que ha venido haciendo a tomar medidas contra la pandemia es una irresponsabilidad. Espero que la ciudadanía tome nota de esos despropósitos y voten en consecuencia cuando llegue el momento, sea en Estados Unidos, Brasil, Gran Bretaña o Madrid. H

*Presidente de Puertos del Estado