Querido/a lector/a, es evidente que la política es un difícil oficio. Incluso siendo un acto necesario de mediación social, tenemos que admitir que casi nunca ha tenido buena fama. Posiblemente porque es difícil contentar a todos cuando los partidos solo hablan en nombre de parte. Pero, sobre todo, porque si bien es cierto que la política es el poder de los que no tienen poder y tiene el objetivo del bien común, en más de una ocasión no cumple su función porque, los políticos, no representan dignamente a los ciudadanos. Tanto es así que un tipo como Josep Ramoneda solía decir que, a menudo, los políticos se comportan como los principales enemigos de la política: cuando la patrimonializan, cuando no se hacen respetar por los otros poderes ni mantienen su autonomía, pero, sobre todo, cuando esconden su impotencia tratando a los ciudadanos como súbditos.

Pero si planteo esta reflexión es porque en estos últimos tiempos la división de la derecha y la lucha entre los partidos que la representan por ver quién es el mayoritario, nos está llevando al reino de la perversión, de lo irracional. Así, tenemos que los de Vox manifiestan que si ponen militares en sus listas es porque representan los ideales de la España que quieren. Los de Ciudadanos avisan de que no pactarán con los sociatas porque estos dialogan con los nacionalistas, no obstante gobernarían con Vox aunque saben que representa una involución constitucional a ciertos valores del franquismo. Los del PP, cuando se han dado cuenta de que están perdiendo votos y diputados en beneficio de las otras derechas, solicitan listas unidas para en nombre de la unidad de España disimular su caída.

Querido/a lector/a, la derecha con sus cuitas nos está sacando de la política, de los argumentos relacionados con los problemas que sufren los ciudadanos. Es decir, nos llevan por el camino de la manipulación y la inmoralidad.

*Analista político