Estimada amiga, hermana, tan lejos y tan cerca, hace demasiado tiempo que no compartimos ni comunicamos. El tiempo nos atrapa sin remedio. Tu vida galopa tan deprisa que me resulta difícil seguir tanto movimiento. Bueno, yo también estoy de vértigo. Vivimos etapas veloces, en esa edad que trampea y acelera el paso del tiempo. Pero, afortunadamente, ese canal de redes sociales que nos enreda me acaba de mostrar tu amplia sonrisa al otro lado del charco, ese océano que separa y que une. He intentado medir tus pasos, avances, el éxito y la derrota que parecen convivir contigo permanentemente. Crecemos, pero recuerda que hace mucho decidimos no sentar la cabeza. Ya sabes que detenerse es un obstáculo más en los días grises y también en los días de colores.

Tus publicaciones en las redes son dispares. En la última escribes que con la marcha de tu pequeño la casa se ha quedado muda, dos hijos que se fueron lejos, que dejan a medias su mudanza para que no parezca un abandono, para dejarnos esa parte de su vida compartida. Y tú sonríes en una hermosa fotografía que publicas en la red, porque la vida son cuatro días y es bueno que funcionen las alas que deseamos que tuvieran. Hijos que vuelan, emprenden, aman, caen y se levantan. Recuperamos espacios vitales y el tiempo que entregamos a la familia, ese pilar fundamental en el que nos educaron pero que la realidad nos ha ido enseñando la necesidad de evadirlo de vez en cuando y de escapar de los altares en los que nos sitúan y nos ponen flores como en una capilla, adorando la imagen de la mujer que construye la casa, que es el alma del hogar. Cómo nos reíamos de estas comparaciones hasta que comprendimos que eran ciertas. Qué bueno, y cómo aprendimos, entonces, a vivir y a nadar contracorriente.

Pero, en esa fotografía, tus ojos que regalaban y festejaban parecen ahora más oscuros que el color marrón casi negro que poseen. Quisimos ser nosotras, cambiar el mundo y seguimos en ello, a pesar de que nos siguen ninguneando y nos quieren invisibles, insignificantes. Me contabas cómo era la vida allá, al otro lado del mapa, tan llena y tan vacía, igual que en todas partes. Mujeres fuertes, decididas, solas. Hoy parecemos esas moscas cojoneras que tanto odiábamos. Cansadas de advertir que estamos aquí, que existimos, visibles, potentes. Espero tu respuesta.

*Periodista