Alguien dijo que lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida. Resulta una certeza que convendría tatuar en la frente de la humanidad entera. La pandemia del coronavirus ha venido a cambiar el compás de la vida de todos. Una enorme lección de vida y de muerte. Pero, sobre todo, de vida. Todos nos necesitamos, la humanidad es profundamente interdependiente. Saldremos de esta con la unidad. Solo con la antiquísima cultura de la unidad. Unidad de criterio, de ciencia, de disciplina, de estrategia, de hábitos. Unidad en la prudencia, en la espera y en la esperanza.

Este virus y otros azotes que nos continuarán acechando confirman aquella teoría que tan solo hace unos años sonaba para muchos estrafalaria. El efecto mariposa. La globalización acaba de consagrarla. El aleteo sutil de un insecto en un lugar del mundo termina siendo un vendaval en sus antípodas del orbe.

No hay fronteras ni delimitaciones de ningún tipo que puedan preservarnos de aquello que afecta a una misma y única humanidad. Nada puede ni debe conducirnos a interpretar el tiempo que nos toca vivir de otra forma que no sea la solidaridad. Y es lo que hay que hacer.

Otra lección de vida que podemos extraer es la fragilidad. La fragilidad de todo. No hay imperio económico ni gigante financiero capaz de desafiar con éxito todo lo que se le ponga por delante. Delante está lo imprevisto y lo invisible con la fuerza de la Apocalipsis. El siglo XXI ha venido cargado de sorpresas y no todas inspiran prosperidad.

Pero sin duda la capacidad de reacción ante la adversidad y la creatividad humana para vencer las enfermedades y el mal también constituye la mejor expresión de los nuevos tiempos. Sin duda, la velocidad con la que la comunidad científica alcanzará esta vacuna tan necesaria y otras que puedan ser necesarias en un futuro, es y será la mejor noticia.

Falta que la gobernanza global funcione. Falta que la capacidad para organizarnos sea cabal e inteligente. Falta, sobre todo, que sea una capacidad y una determinación profunda y rotundamente humanas. Que anteponga el linaje humano a todo lo demás. Sin distinciones, sin razas, ni credos, ni banderas, ni adjetivos.

Saldremos de ésta juntos. Solo podemos salir juntos. No hay otra forma.

No estoy hablando de gobiernos ni de políticas. La sociedad entera, cada uno de nosotros, somos parte de este problema que nos ha llegado y de la solución al mismo tiempo. La pugna y el dilema de siempre: el egoísmo o la solidaridad.

La salud de la humanidad, como nunca, es una obra coral. Hay que estar unidos. Una construcción en red. No una red virtual cibernética, sino una red real, de carne y hueso, de sentidos, latidos y piel.

La lección de vida más importante es que nos necesitamos. Los unos a los otros. Ahora y siempre. Mañana nos vacunaremos contra el Covid-19 pero también deberíamos hacerlo contra el egoísmo.

*Secretario autonómico de Turismo