El mes de mayo, a punto de comenzar, está dedicado en la Iglesia católica a la Virgen María; todo un mes para honrar y rezar a la Virgen, para agradecer su presencia en medio de nosotros, para sentirnos amados por ella y para dar gracias a Dios por tan buena Madre. Así lo hace la ciudad de Castellón ya al inicio de mayo celebrando el primer domingo del mes, a su Patrona, la Mare de Déu del Lledó.

Los devotos de la Virgen sabemos muy bien que ella, como una buena madre, nunca nos abandona y siempre está pendiente de nosotros, sus hijos. Su presencia es muchas veces imperceptible, pero es real y eficaz, también en el dolor, la enfermedad, en la tribulación y en la muerte. Cada uno de nosotros, nuestras familias y ciudades estamos en su corazón y cuida de nosotros; ella sufre y ora con nosotros y nos alienta también en estos momentos de pandemia. En esta situación invoquemos su protección e intercesión para vernos liberados pronto de esta tragedia.

Hoy invito además a contemplar a la Virgen María y aprender de ella a dirigir nuestra mirada a Dios. María es modelo de fe; es estrella y camino que nos lleva a su Hijo y nos conduce a Dios. Ella, mujer humilde, tenía un alma siempre dispuesta para preguntar y escuchar a Dios, para aceptar y cumplir su voluntad: «Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). Cuando el ángel le anunció que Dios la ha elegido para ser Madre de Dios, María pregunta cómo será posible pues no conoce a varón.

Abramos nuestro corazón a Dios. Su Hijo, el Señor Resucitado, es vida para el mundo y esperanza para la humanidad; Él es la misericordia encarnada de Dios. No nos desalentemos en la lucha contra el mal ni tengamos miedo, porque el Resucitado está con nosotros. María, su Madre y Madre nuestra, nos lo muestra; ella nos sostiene y acompaña.

*Obispo de Segorbe-Castellón