La costa de los mosquitos. Es el título de una película, pero perfectamente serviría para describir la situación que se está viviendo en la provincia de Castellón en estos momentos. El cóctel de altas temperaturas y una primavera inusualmente lluviosa han contribuido a que, desde hace ya varias semanas, en no pocos municipios del litoral sea prácticamente imposible acabar la jornada sin recibir en el cuerpo las molestas picaduras de los dípteros. Sin embargo, no se trata de un fenómeno que sorprenda, ya que la problemática se repite año tras año, con mayor o menor virulencia en función de la climatología.

Y, de nuevo, como cada verano, la ciudadanía, los hosteleros y los alcaldes claman demandando medidas que contribuyan a paliar esta situación, que perjudica, además, al turismo, pero ya llegan tarde, una vez más.

Es cierto que este año, el estado de alarma provocado por el covid-19 puede haber contribuido a agravar la situación, en cuanto a tratamientos preventivos o, por ejemplo, la falta de mantenimiento en propiedades privadas debido a que la población no pudo acceder a sus segundas residencias durante semanas.

Es necesaria la coordinación entre las distintas autoridades con competencia en la materia --municipios, Generalitat, Diputación-- para, de una vez por todas, activar planes que incluyan agilizar los tratamientos aéreos, cuando se puedan hacer, y tener estos protocolos ya desde el 1 de enero. No es fácil poner puertas al campo, ya que los mosquitos no van a desaparecer, pero sí al menos controlarlos. Otros países, con potencial turístico, lo han conseguido. ¿Por qué aquí no?