Querido lector, la reciente crisis europea de los refugiados sirios, está sirviendo para dejar constancia de que la UE de Merkel, la de las políticas de austeridad y de los acuerdos con Turquía, se va alejando de aquella vieja y engreída Europa del Estado de bienestar, social, solidario y con respeto a los derechos humanos. Valores que, aun siendo inalienables y fundamentales, parece que ya no son tan prioritarios ni absolutos ante eso de la libertad de empresa y del mercado que impone su lógica en una sociedad cada vez más desideologizada, con marginación del pensamiento crítico, con un discurso económico y político de carácter neoliberal y donde los poderes públicos recortan políticas de equilibrio social y ejercen alejados del bien común y la justicia social. Razones que junto a la incapacidad de algunos gobiernos para asumir y gestionar la nueva identidad colectiva de la población europea, ayudan al resurgir del racismo y la xenofobia o, peor aún, hacen que la agenda política venga condicionada por una renacida extrema derecha y por un nacionalismo superado tras la II Guerra Mundial.

Aunque, hay que señalar, que no todo comienza ahora, con la crisis económica del 2008 y sus soluciones de derecha se ha creado un déficit democrático que en inmigración económica es relevante. Así, por ejemplo: mientras aumentan los inmigrantes disminuye (por el deterioro de derechos) el valor de su trabajo, no se han ratificado convenios de defensa del trabajador inmigrante, se ha segmentado el mundo laboral, no se castiga a los gobiernos que no cumplen tratados de inmigración, no se ha elaborado el plan común para la inmigración económica, etc.

Lo de estos momentos, lo de los refugiados sirios, o los de Irak o Libia, va por el mismo y desgraciado camino. En este caso y de forma inhumana, con los acuerdos con Turquía, con eso de expulsarlos masivamente y de facto, en caliente, se está cambiando y violando la política de asilo de la UE. Es decir, se disgusta a la ONU, se burlan los acuerdos de Ginebra de 1951 y los de Nueva York de 1967, se oponen a las directrices del 2005 y a la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, etc. Pero, al tiempo, como compensación, se acepta la libre circulación de los ciudadanos turcos en Europa, lo que viola los acuerdos de Schengen, o se acelera el proceso de adhesión de Turquía a la UE.

Querido lector, en conclusión la UE necesita una política común de asilo e inmigración con una estrategia cooperativa, integradora y realista. Todo lo otro son chanchullos que atentan contra los derechos humanos y difuminan los valores fundacionales y esenciales de solidaridad de la UE. H

*Experto en extranjería