En términos etimológicos, la empatía es la cualidad que permite percibir lo que otra persona siente, preocupándose por las experiencias ajenas. Ser capaces de ponerse en el lugar del otro y experimentar sus sentimientos permite comprender la situación pudiendo ayudar así de la mejor manera posible. Sin embargo, ser excesivamente empático se suele pagar caro, pues se puede llegar a padecer lo que se conoce como síndrome de desgaste por empatía.

Una de las características de las personas con este síndrome es que son extremadamente voluntariosos. Es decir, desean resolver todos los problemas de los demás para reforzar la imagen de personas valiosas y entregadas. También es habitual que la persona experimente muchos cambios de humor, yendo del abatimiento más profundo hasta una felicidad desmedida. Por último, suelen estar hiperactivas, con problemas de concentración y exaltándose de manera extrema por cosas de poca importancia. Todo esto hace que terminen agotadas física y mentalmente, corriendo el riesgo de desconectarse emocionalmente de sí mismos y asumiendo los problemas de los demás como propios (trauma vicario).

Llegados a este punto, lo adecuado sería aprender una serie de técnicas (basadas en la inteligencia emocional) con las que poner límites, aumentando el autocontrol sobre los pensamientos y las emociones. Una de las maneras es aprender a desarrollar una distancia psicológica con los problemas, tanto propios como ajenos, lo cual no significa que se sea egoísta, pues no es lo mismo ser sensible que hiperempático. La capacidad de colocarse en el lugar del otro es una de las funciones más importantes de la inteligencia, demostrando el grado de madurez del ser humano; pero siempre y cuando el dolor ajeno no nos supere.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)