No. No hay libertad de expresión de delitos de odio. En una democracia plena como es la española los ciudadanos necesitan sentirse protegidos. Necesitan saber que nadie amparándose en su libertad de expresión podrá conferir amenazas de muerte contra nadie, poniendo en peligro su integridad y su dignidad como persona. Por eso las leyes nos protegen a los ciudadanos de los delincuentes. Lo que no pueden las leyes es proteger a los delincuentes, de sí mismos.

El rapero Pablo Hasél no está en la cárcel por sus ideas. En España cualquiera puede tener las ideas que quiera. Lo que en España, en Europa y en el resto del mundo se sanciona es el «enaltecimiento del terrorismo», las «injurias», la «obstrucción a la justicia» y las «amenazas y agresiones»; que son justamente los cuatro delitos que sumados y acumuladas sus penas, han hecho que el rapero entre en la cárcel.

En los últimos años, con el uso de las redes sociales, han proliferado los llamados delitos de odio, que incluyen la incitación al odio, hostilidad o violencia contra personas por motivos racistas, religiosos, políticos, por orientación sexual y otras formas de discriminación. También asistimos a actos de apología de estas conductas, comentarios despectivos hacia víctimas, o comentarios ofensivos.

No se trata de castigar el mero sentimiento de odio, ni tampoco la expresión de unas ideas, por execrables y miserables que sean. De lo que se trata es de evitar la difusión pública de ideas que generen violencia, atenten contra la dignidad humana o promuevan discriminación.

El discurso de odio y discriminación no tiene amparo en los derechos constitucionales de libertad de expresión y libertad ideológica o de conciencia en ningún país democrático del mundo, tampoco en España. Sorprende escuchar voces en el ámbito del PSOE y Podemos sobre la necesidad de modificar el Código Penal para «despenalizar» la libertad de expresión. Sorprende porque son las mismas voces que hace tres años proponían, como en la revista de educación de CCOO, «eliminar libros escritos por autores machistas o misóginos». Como ejemplos de escritores a erradicar de los temarios se citaba a Pérez Reverte y a Javier Marías . De Pablo Neruda recomendaban no leer Veinte poemas de amor y una canción desesperada , el resto de libros los nuevos Torquemada los salvaban dada la condición comunista de su autor.

O cómo no recordar aquel día de septiembre de 2018 en que la vicepresidenta del Gobierno amenazó a los medios de comunicación con una legislación restrictiva de la libertad de expresión para evitar presuntos daños a la democracia. Todo porque un periódico estaba empeñado en demostrar el plagio y las trampas del doctorado del presidente Sánchez y porque un diario digital estaba sacando a la luz unas conversaciones en las que la entonces ministra de Justicia y actual Fiscal General del Estado celebraba la existencia de una red de prostitución y espionaje, insultaba a Marlaska o acusaba a otros magistrados de tener relaciones con menores. Pretender sancionar unas cosas e indignarse en nombre de la libertad de expresión cuando los tribunales castigan otras no es más que una preocupante forma de hipocresía.

Lo que sí escapa a mi limitada comprensión es ¿qué tendrá que ver la libertad de expresión con los asaltos, robos, destrozos y agresiones que vemos estas noches? H

*Portavoz del PP en la Diputación