Durante estos primeros días de diciembre, se han cumplido 121 años del fallecimiento de uno de los personajes más ilustres que han nacido en la capital de la Plana, ya que el día 2 de diciembre de 1890, a la edad de 76 años, murió en nuestra ciudad el virtuoso y caritativo sacerdote don Juan Bautista Cardona Vives. Según los cronistas de la época, su entierro, presidido por el obispo de la diócesis y todas las autoridades locales, constituyó la manifestación de duelo más imponente de cuantas se habían celebrado en la historia de Castellón. Los cuatro maceros del Ayuntamiento, con gramallas y mazas enlutadas, custodiaban el féretro y la población en masa acudió a rendir el último tributo al ilustre vecino. La periódicos locales se hicieron eco de la noticia y, con independencia de sus tendencias políticas, le dedicaron al arcipreste Cardona Vives grandes elogios. El Liberal señalaba: “...ningún castellonense entraba en su casa sin salir con lo que pedía, ya que todo cuanto tenía, lo compartía con todos”. En el diario republicano El Clamor, se pudo leer: “...era rico, inmensamente rico; pero vivía en la indigencia”.

El 3 de agosto de 1814 los consortes Aurelio Cardona Beneyto, natural de Morella, y la castellonense Josefa Vives Giner, pudieron comprobar que el tercero de sus descendientes, al igual que los dos anteriores, también era varón. Con posterioridad, en el propio domicilio situado en la calle de Caballeros número seis, otros tres niños completaron una familia cuyos miembros siempre se distinguieron por su humildad y piadosas costumbres, si bien, entre los seis hermanos, era el pequeño Juan Bautista quien, especialmente, llamaba la atención de los vecinos por su inteligencia y humildad. A muy temprana edad ya se interesó por la cultura y llegó a tener grandes conocimientos de latín, teología, filosofía, geografía e historia, por lo que fue nombrado profesor del antiguo instituto de la plaza de Santa Clara, miembro de la Real Academia de Historia y vicepresidente de la comisión provincial de monumentos históricos. Sin embargo, tuvo que esperar a cumplir los 43 años para celebrar su primera misa en su ciudad natal. Era el día 18 de julio de 1857. Siete años más tarde, fue nombrado arcipreste de Castellón y prior del Santuario de la Mare de Déu del Lledó.

La inmensa labor humanitaria, docente, religiosa, caritativa y cultural de don Juan Bautista Cardona Vives, hubiera sido más que suficiente para que el Ayuntamiento, en 1885, acordara nombrarle hijo Predilecto de Castellón, sobre todo, después de que ayudara a la atención de enfermos y pobres en la epidemia de cólera que estaba sufriendo nuestra ciudad y de que dos años antes, al fallecer sus padres y hermanos sin herederos, redactara su testamento y en él dispusiera que todos sus bienes se destinaran a ennoblecer su ciudad natal. De esta manera, pudieron destinarse importantes cantidades para congregaciones religiosas, parroquias, iglesias y, sobre todo, se impulsaron las obras de la Arciprestal de Santa María y del ermitorio de Lledó. Con posterioridad a su fallecimiento, se pudieron construir edificios tan importantes como las parroquias de la Trinidad y Sagrada Familia o el colegio de las Escuelas Pías. En 1888, junto a otros ilustres castellonenses, don Juan Bautista Cardona fundó la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Castellón. Con parte de las cantidades que donó a la ciudad, se pudo erigir el monumento al Rey Conquistador proyectado por el arquitecto Ros de Ursinos, coronado con la estatua del escultor Viciano que todavía podemos admirar en la Avenida del Rey don Jaime.

Los restos mortales de don Juan Bautista Cardona Vives, considerado por muchos castellonenses uno de los personajes más importantes de la historia de nuestra ciudad, reposaron durante cien años en el cementerio municipal, desde allí, el año en que se cumplía el primer centenario de su fallecimiento, se trasladaron a la cripta de la capilla del Cristo del Perdón de la iglesia de la Trinidad. H