Querido lector/a, si consultas cualquier diccionario sobre el significado de la palabra refugiado, por no decir asilado, encontrarás algo así como: persona que, a consecuencia de guerras, persecuciones políticas, etc., se ve obligada a buscar acogida en un país que no es el suyo. Definición que no dice nada sobre la carga de desarraigo, sufrimiento, etc., que conlleva la desgraciada existencia de toda esa gente que reclama y necesita refugio y asilo.

Bueno pues, esto viene a cuento porque España, que de acuerdo con su economía, población, tasa de desempleo, presión inmigratoria --y su propia voluntad-- tenía una cuota u obligación de recoger 17.337 refugiados entre el 26/09/2015 y el 26/09/2017, ha incumplido su compromiso. Al final, tan solo han llegado 1.961 personas. Pero peor aún es que la UE, que había prometido dar reubicación a 180.000 personas, tampoco ha cumplido sus deberes.

¿Qué pasa? ¿Por qué no se cumple y se lleva a la práctica el derecho de refugio? Aquí, en este tema, cabe más de una respuesta, pero hay una que es intolerable, la que viene a decir aquello de: «no era prioritario». Intolerable, repito, porque hablamos de vidas humanas y porque durante esos años las organizaciones humanitarias de la sociedad civil han desarrollado campañas, denuncias, movilizaciones, etc., para que se constatara la presencia de esas personas y exigir solidaridad y cumplimiento de compromisos. No obstante, la realidad señala y denuncia que no existe normativa común en la UE que obligue y tampoco se penalizan los incumplimientos. En definitiva, y como dicen las personas que sufren esa situación: en la UE y en el terreno humanitario aún existe olvido, hipocresía y mentira. Parece ser que, por desgracia, existe una falta de voluntad política efectiva que durante estos años de crisis económica, y por miedo a las consecuencias sociales, se ha visto mucho más potenciada.

*Experto en extranjería