Hemos alcanzado la cifra de 1.000 mujeres asesinadas desde el año 2003, momento en el que se empezaron a contar. Es una cifra escalofriante que da cuenta de la barbarie en la que vivimos. Sin embargo no es una cifra real: las mujeres muertas o asesinadas --y otras personas vinculadas-- por la violencia machista son muchas más.

Lamentablemente la ley integral contra la violencia de género que está vigente en España desde el año 2004 ha quedado, ya hace tiempo, obsoleta. Solamente contabilizada la violencia --y por consiguiente las muertes-- perpetradas por la pareja o expareja. Se queda muy corta.

PERO las violencias machistas invaden nuestra sociedad y muchas de ellas quedan ocultas a la opinión pública aunque sean fruto de la misma raíz machista.

Alguna de ellas son: niños y niñas asesinadas por sus padres, otros familiares y amigos muertos, mujeres que se han suicidado por no soportar vivir situaciones de acoso en entornos laborales o educativos, mujeres víctimas de trata de personas con fines de explotación sexual, mujeres asesinadas en entornos de tráfico de drogas o muertas por ser obligadas a hacer de mulas, mujeres que se suicidan en el entorno familiar porque no soportan seguir viviendo violencia a manos de su pareja y no pueden salir de ella, mujeres que abandonan sus domicilios para no convivir con la violencia y desaparecen por las violencias de la calle sin ser identificadas, y otras tantas situaciones que sería imposible nombrar.

Nuestra sociedad no puede llamarse democrática si sigue permitiendo que se produzcan asesinatos por el mero hecho de ser mujer o identificarse con el género femenino.

Sin embargo debemos continuar exigiendo la actualización de las leyes y la mayor inversión de dinero público para seguir luchando contra la violencia machista en todas sus expresiones. Debemos redoblar la censura social y entender, de una vez por todas, que los feminicidios no son un hecho aislado ni se producen únicamente en el seno familiar: estos 1.000 asesinatos --y otros tantos-- son fruto de la desigualdad estructural que se perpetúa a través de estrategias de dominación que tenemos tan naturalizadas que ni siquiera percibimos.

LOS ASESINATOS nos perturban y impactan. Tiene que llegar el día en que nos perturbe vivir en un mundo dividido en dos categorías: hombres y mujeres y donde aquello que consideramos femenino es objeto de burla y menosprecio sistemático. Será en este momento cuando no toleraremos condenas tibias para las manadas o ni siquiera nos plantearemos si un hombre puede ser buen padre de sus hijos después de haber ejercido violencia --o incluso asesinado-- a la madre de los mismos. Mientras las instituciones no den respuestas claras, sin dobles mensajes, las reacciones machistas se vuelven virulentas.

EL FEMINISMO está en un momento imparable en todo el mundo, no queremos pagar un precio por reivindicar y garantizar nuestros derechos como mujeres.

*Psicóloga Social