Es ese señor que sale todos los días en la tele diciendo lo mismo pero cada vez peor. El que tiene pinta de despistado, sin peinar y con jersey de bolitas. Además es el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias.

Y si algún día lo hizo bien, hoy no lo hace, se ha sumado a la corte política y mediática del poder social-comunista.

Es una pena porque alguien profesionalmente valioso ha dejado de serlo con trágicas consecuencias para todos. O por incompetente, que no lo parecía, o por no molestar y decir lo que quieren oír sus superiores. Y eso sí es grave. Él debía saber lo que se cernía y no hizo nada para evitarlo. El pasado 2 de marzo el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades del que él forma parte recomendaba evitar concentraciones y lo mismo hacía la OMS (Organización Mundial de la Salud) el 7 de marzo.

En su primera comparecencia el 25 de enero dijo que no pasaba nada, luego que un poco; al final ya no pudo negar la evidencia. No cortó las concentraciones y es que nadie podía oponerse a las manifestaciones del 8-M. Sus risas del miércoles, 18 de marzo, ya con muertos, fueron impresentables.

Quitar importancia cuando hay vidas humanas de por medio no es la táctica. Ni justificar el incumplimiento de la cuarentena por Iglesias. Ni no comprender por qué en Alemania no les va tan mal.

Lo que debió hacer es asesorar la toma de medidas efectivas. Como sabio consejero ha sido una negación total. Si le queda dignidad, mejor que se vaya, antes de que le echen, porque huele que sus amiguitos lo usarán como chivo expiatorio. Al tiempo.

*Notario