Corría el año 1995 cuando los hermanos Miguel y José Morán obtuvieron el visto bueno de un jovencísimo Francesc Colomer, entonces alcalde por Izquierda Unida, para alumbrar el Festival Independiente de Benicàssim. La idea era reunir a alrededor de 30 grupos de la llamada música independiente, muy de moda en el Reino Unido y que empezaba a tener su aceptación en España. El primer FIB tuvo como escenario el velódromo de la localidad y allí se dieron cita más de 8.000 personas durante cada jornada.

La campaña de derribo contra Colomer durante los primeros años de vida del festival fue terrible. Acusaban al alcalde de llenar Benicàssim de mangantes i peluts, que desprestigiaban la imagen turística de la localidad e invadían las playas... Algunos de los autores intelectuales de aquel acoso han desaparecido y otros se cambiaron de chaqueta años después para intentar enarbolar la bandera del FIB como gran embajador de Castellón...

Lo cierto es que el festival no ha parado de crecer, tuvo que cambiar de escenario, porque el velódromo se quedó pequeño, y trasladarse a los solares junto a la N-340, aunque el gran proyecto de Ciudad del Ocio, que presentó Manuel Llorca duerme todavía en algún cajón.

A día de hoy casi nadie de Benicàssim discute el FIB. Es más, se ha añadido la oferta con el Rototom o el SanSan, al margen de otras citas también con un gran interés. Todo ello supone buenos beneficios para una provincia que quiere convertir al turismo en el gran motor de su economía, junto al azulejo y, en menor medida, la agricultura. Aunque, puestos a ser críticos, bueno sería apostar por la calidad en lugar de buscar la cantidad y los récords. Los festivales, bien gestionados, son a día de hoy un mundo de oportunidades para las comarcas de Castellón.