Las presiones de última hora no han aflojado el descontento de los parlamentarios británicos ante el acuerdo del brexit. Como ya ocurrió en la primera votación del pasado enero, la Cámara de los Comunes volvió a votar este martes en contra del texto, en la que se supone que era la última oportunidad de una salida negociada. Se supone, porque en este largo proceso, donde la falta de previsión marca la pauta, todo es posible. A ninguna de las dos partes les interesa llegar al 29 de marzo --día en que el Reino Unido debería marchar de la UE-- sin pacto.

Entre tantas incertidumbres abiertas, hay una certeza que nadie rebate: la absoluta incapacidad de Theresa May para convencer --ni siquiera entre sus propias filas conservadoras-- de las bondades del acuerdo pactado con la UE. La gestión de la primera ministra en torno al brexit se ha limitado a apurar los plazos e intentar ganar tiempo. La premier ha visto cómo el ala dura de los conservadores presionaba para imponer su línea, dificultando cualquier posibilidad de avance. El desgaste está pasando factura tanto a May como al líder laborista, Jeremy Corbyn, mientras los dos grandes partidos sufren serias divisiones internas. La dificultad para materializar el resultado del referéndum del 2016 refleja la improvisación de los impulsores del brexit, y la sensación de engaño crece entre los ciudadanos.

Frente al caos del Reino Unido, los Veintisiete han actuado como un solo bloque, firmes en defensa de sus intereses. El punto más sensible es la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte. La Comisión Europea es inflexible ante la mínima posibilidad del regreso de una frontera física en la isla, que iría contra los acuerdos del Viernes Santo y podría avivar el retorno de la violencia. El reciente atentado con coche bomba --sin heridos-- en Derry-Londonderry, el primero en la zona desde 1998, es una señal inequívoca de que el riesgo es real.

El negociador europeo, Michel Barnier, aseguró tras la votación de este martes que «sin acuerdo no habrá transición». Pero la última palabra no está dicha aún. No sería descartable que, en un nuevo giro, haya un aplazamiento a petición del propio Parlamento británico. Todas las opciones para evitar una salida abrupta deben ser tenidas en cuenta, pero la Unión Europea debe seguir firme y no ceder al brexit a la carta que pretende Theresa May.