La semana del amor, fijada en esa cita comercial donde vuelan y se estrellan secuencias de corazones rojos, ha dejado más odio que buenos sentimientos. El día amoroso del santoral fue jueves, día anterior al anuncio electoral que ya conocíamos. La llamada a las urnas será el domingo previo a la fiesta de Sant Vicent, segundo lunes de la pascua valenciana y de algunos municipios castellonenses. Nos pillará volando el catxirulo y devorando monas de pascua. Día de montaña, playa y también para muchos, fin de semana de puente pasqüero.

Aquí celebramos demasiados días de resurrección. Debe ser porque sucumbimos y resucitamos varias veces al año, al mes e, incluso, al día. Puedes hundirte a media mañana y resucitar al caer la tarde. Vivimos al ritmo vertiginoso de la vida misma y, en estos momentos, de la misma política. Quedan dos meses para votar y puede pasar de todo. Subir, brillar, conquistar o bajar, decepcionar y perder. Esta cita electoral, y las siguientes, están siendo las más difíciles de pronosticar. Quién sabe lo que sucederá en unos meses cuando en un día puede transformarse súbitamente la actualidad y hasta los intereses políticos. Esta situación marca el transcurso electoral desde su convocatoria, elaboración de listas, programas electorales y estrategias. ¿Cómo responder a las demandas ciudadanas en momentos donde casi nada parece importar salvo aquello que se impone mediante presiones de los grupos de poder político, económico y mediático?

HABLAN de tendencias, generan opinión, venden soluciones y pretenden aleccionar, una vez más, a una sociedad que transita a tumbos. Y así lo indican las encuestas, esos muestreos que han ido perdiendo valor y credibilidad. De la noche a la mañana todo puede cambiar y afectar los plantes de cualquier equipo electoral. Son tiempos convulsos y esa agitación marca el calendario.

Mientras, la triple derecha o tricefalia derechista parece avanzar sin escrúpulos como si la meta ya estuviera ganada. El espectáculo está servido para una ciudadanía cansada de la demagogia, irritada, además, porque no ven mejorar su vida diaria ni sus expectativas. Y hay demasiada pasión en el aire, arrogancia, mediocridad y ambiciones desmesuradas. Del amor al odio hay solo un paso y en este país se puede amar y odiar simultáneamente.

*Periodista