¿Quién no ha asumido alguna vez el papel de víctima? No obstante, existen algunas personas que se instalan en la queja de manera permanente y ya no saben actuar de otra manera. Hallan consuelo en el lamento y no suelen pedir ayuda para solucionar sus problemas.

Uno de los problemas colaterales que acarrea esta manera de actuar es que la persona se vuelve pesimista y negativa con respecto al mundo y a los demás, lo que hace que la gente termine huyendo de ellas, provocándoles un aislamiento y un malestar emocional aún mayor. El creer tan firmemente que la culpa nunca es suya, alimenta sentimientos de inquina y resentimiento que les conduce en ocasiones a un victimismo agresivo. Y esto es muy peligroso pues provocar un contigo en nosotros mismos. Así, la forma más rápida y sencilla de construir una relación con una persona consiste en buscar algo negativo en común, puesto que nada une mas que una insatisfacción compartida. Y lo peor es que cuando nos quejamos, o cuando escuchamos a alguien lamentarse, activamos a nivel cerebral una respuesta de estrés que puede llegar a dañar las conexiones neuronales de áreas como el hipocampo, vinculadas a la memoria y la capacidad para resolver problemas. En verdad, las quejas son como el humo: no es necesario fumar para dañarnos. Por eso, siempre que se pueda, hay que evitar a las personas que funcionan en modo queja. H

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)