El próximo domingo celebraremos el 8 de marzo, Día Internacional del la Mujer, una jornada cargada de reivindicación, pero también de una fuerza política cuyo objetivo, a mi entender, no debe ser otro que lograr una sociedad más justa e igualitaria.

Detrás de esta efeméride y de cada uno de los actos de celebración soslaya un problema de fondo cuando, en pleno siglo XXI, todavía nos vemos obligadas a sensibilizar, concienciar y llamar la atención sobre la existencia de un problema llamado desigualdad.

Convencida de que el destino de las mujeres y de los hombres está unido, nuestro triunfo como sociedad debería ser que no tuviéramos nada que celebrar y que cada 8 de marzo fuese un día más, porque eso significaría que el debate estaría superado.

Mientras llega ese día, dejemos que cada mujer sea libre de elegir sus prioridades y trabajemos en posibilitar la existencia de tantos modelos como mujeres hay, sin temor a sentirse en deuda con unos, a defraudar a otras, o sentirse culpable con una misma. Seamos, entre todos, capaces de lograr referentes femeninos en la sociedad y normalizarlos. Porque una mujer empoderada, contribuye a una sociedad imparable, generadora de oportunidades, con capacidad de escoger y no teme reconocer que sus logros y éxitos son consecuencia, también, de la ayuda de los demás.

Tengo la suerte de ser alcaldesa de Benicàssim, de hecho, tengo el honor de haber sido la primera mujer en lograrlo en mi ciudad, pero sé que el éxito no es mío únicamente, el éxito es compartido. Compartido con todas las mujeres que antes lucharon por abrir el camino y los hombres que las apoyaron. Compartido con mi familia y su comprensión, especialmente con mi padre que me enseñó a trabajar de forma incansable y con mi madre de la que aprendí el valor del sacrificio para no rendirme nunca. Compartido con cada una de las personas que me precedieron y cada uno de los equipos que me han acompañado en este camino.

Reflexionemos, todos, en un día como este y construyamos una sociedad en que no tengamos que identificarnos, ni nos traten como bloques separados, ni que no nos digan como ser o sentirnos. Que lo importe sea, que si trabajas duro, siempre tengas oportunidades. Eso si sería revolucionario. Eso rompería el techo de cristal de la sociedad.

*Alcaldesa de Benicàssim