Sin duda alguna la noticia política de la Semana Santa en nuestra provincia fue la decisión del presidente provincial del Partido Popular, Javier Moliner, de no presentarse a la reelección en el próximo congreso provincial del partido.

La noticia, por inesperada y por inusual ha dado pábulo a todo tipo de especulaciones y exégesis a cual más extravagante. Sólo quienes no conozcan la personalidad política de Javier Moliner pueden mostrarse sorprendidos. Sus más cercanos colaboradores podemos mostrar tristeza, pero no extrañeza. Podemos sentir dolor en lo personal, pero una humilde complicidad con una decisión que muestra la grandeza de un líder.

Acostumbrados a que en política una cosa es predicar y otra dar trigo, muchos no han entendido que cuando en política se habla de regenerar, de renovar, de dar la voz a los afiliados del partido, de limitar mandatos -que es el verdadero cortafuegos contra la corrupción-; el movimiento se demuestra andando y en todos esas facetas Javier Moliner ha andado más que nadie y más lejos que nadie.

Dicen que los políticos son pastores y, a la vez, corderos. Por un lado, tienen que liderar y proponer soluciones a los retos colectivos. Por otro, han de ser capaces de escuchar y adaptarse a las demandas ciudadanas. Tradicionalmente, el político lideraba en los retos que unen a la sociedad y escuchaba en las cuestiones que nos dividen. Eso ahora ha cambiado, el nuevo político concentra sus esfuerzos en los temas que fracturan a la sociedad en dos bandos para dejar claro que él es el líder de uno.

No es el caso de Javier Moliner, que llegó a la presidencia del PPCS y de la Diputación con una ilusión: trabajar por el futuro y fortaleza de nuestra provincia, dentro de la Comunitat y en el conjunto de España. Y para ello era esencial un estilo de gobierno limpio, respetuoso con las reglas del juego democrático. Un estilo eficaz en la gestión y capaz de mejorar la vida de los ciudadanos. Un estilo basado en el diálogo, la transparencia, la apertura, la mano tendida permanentemente, huyendo de sectarismos y propio de quien había llegado con las manos limpias, sin hipotecas, y que estaba en disposición de trabajar en un proyecto común por el bien de nuestra provincia.

Frente al estilo del político que no quiere conquistar al votante centrista, sino movilizar a los extremistas, Javier Moliner ha ofrecido siempre desde su acción política sentido común y moderación -virtudes quizás no muy extendidas hoy en día-.

Y para ello ha ejercido el liderazgo, no el personalismo, rodeándose de los mejores -que así lo mejoraban a él- en lugar de hacerlo de mediocres que le permitieran destacar.

Por eso de Javier Moliner no sólo recordaremos su nombre, sino también su legado: la #GeneraciónMoliner. Un legado de coherencia, valentía y generosidad al frente de un proyecto para Castellón.

*Vicepresidente de la Diputación