Querido/a lector/a, las de abril del 2019 no han sido unas elecciones generales cualquiera. Han pasado tantas cosas que dan para escribir un tratado de ciencia política. Tan cierto que, nunca, en tan poco tiempo, un presidente, como en este caso Pedro Sánchez, ha tomado tantas decisiones en las que se une política con justicia social (subir pensiones, el SMI y las becas, protección autónomos, atajar brecha salarial…). O, pocas veces, una derecha dividida se ha ido al extremo y ha perdido espacio electoral y capacidad de diálogo y pacto. En última instancia, y por citar otro ejemplo, nunca los vascos ni los catalanes le dejaron tan claro a esa misma derecha que para hablar de su futuro no son necesarios porque representan el pasado.

Pero, a pesar de lo dicho, para mí estas elecciones son las de la alegría. Me refiero a la alegría de ver a un político como Sánchez que, después del «no es no» y pasar la dolorosa travesía del desierto, volvió con la ayuda de los militantes y ganó las primarias, la secretaria general, la plaza de diputado, la presidencia del Gobierno y, ahora, ha colocado al PSOE como primera fuerza política. Pero no todo acabó ahí porque la alegría me invadió cuando con los buenos resultados de Cataluña me acordé de Miquel Iceta (para mí el mejor político catalán) y de lo que ha sufrido por defender propuestas de dialogo y de pacto en terreno adverso, es decir, por estar rodeado del nacionalismo catalán y español y del oportunismo de Cs. En última instancia, el momento mas emotivo del día apareció cuando empezaron a llegar los interventores a la sede del PSOE de la Vall: hombres y mujeres humildes y trabajadores que días antes pegaban carteles o repartían papeletas y, ahora, al volver de dar fe de democracia y merecida victoria, eran recibidos por sus compañeros con alegría, besos y abrazos. Así que, a Pedro, a Iceta y a todos los interventores…, a los que ayudan a mirar un futuro con esperanza.

*Analista político