Se está hablando de la vejez y hasta parece de una cierta fobia, olvidando, los otros --jóvenes y mayores-- que por mor del tiempo están deviniendo viejos también. ¿Cuándo uno es viejo? Un epitafio que leí en una ocasión en un modesto cementerio nos alertaba de ello a todos: «Como te ves me vi yo; como me ves te verás». Piense, lector.

Con este leve argumento no queremos reivindicar los tiempos de la gerontocracia, el Gobierno de los viejos, ni mucho menos, pero tampoco su ocultación ni discriminación actual; en la gerontocracia se les trataba como sujetos; ahora, en la sociedad gerontofóbica se les reduce a objetos, dice Gil Calvo, vistos como vidas sin valor social. Ni tampoco olvidemos que ellos, los viejos, con su trabajo y aportación a lo largo de su vida han contribuido al bienestar actual de muchos jóvenes. Al César lo que es del César.

La crisis actual ha contribuido, quizá sin pretenderlo, a mostrar la discriminación social de las personas mayores o, al menos, lo parece, olvidando que es precisamente la perspectiva intergeneracional la que suma vidas; precisamos, pues, de una nueva visión integradora de las distintas edades. Corregir razonablemente las políticas basadas estrictamente en criterios etarios o siguiendo una mentalidad utilitarista: todas las personas tienen dignidad, dice mi admirada filósofa Adela Cortina, y hacer depender la dignidad de la rentabilidad es, cuando menos, inmoral.

*Profesor