Los caminos de la lealtad son siempre rectos, dijo Charles Dickens. Y es verdad que la lealtad es uno de los grandes valores en la vida pública y el mayor compromiso de un político es aquellos por los que trabaja. Esa es la grandeza de la política y el fin último de nuestro trabajo.

La lealtad del fiel escudero que acompañó a Don Quijote en su trayecto por la decadencia de la enajenación es, seguramente, el mayor ejemplo de la literatura universal. De la protección ante los gigantes imaginarios que eran molinos de viento nada más.

El gobierno provincial que presido ha demostrado que es un ejemplo de diálogo, de consenso y de tener una voluntad inquebrantable de ayuda, de vertebrar y de ser un referente en el municipalismo. Y nuestro único límite es Castellón. Es decir, cualquier cuestión que pueda ser perjudicial para la provincia contará con el rechazo frontal de la Diputación de Castellón.

La semana pasada el Tribunal de Justicia de la Comunitat Valenciana nos daba la razón y anulaba el decretazo que la Generalitat Valenciana impuso a la fuerza en contra de las diputaciones. En este decreto se nos intentaba quitar las competencias en materia de turismo y en materia de deportes.

Desde el principio de la legislatura este gobierno provincial ha dejado clara la voluntad de alcanzar acuerdos, la lealtad institucional y el compromiso con los intereses generales de la provincia de Castellón por encima de cualquier otra cosa. Hemos alcanzado un acuerdo histórico en los presupuestos, la unanimidad en el Plan Castellón 135 que va a suponer la mayor aportación económica de la historia o el plan de empleo, que cuenta con el respaldo de todos los grupos políticos. Aunque en la antípodas del pensamiento ideológico, nos une el beneficio por Castellón.

De ahí que no entendamos esta forma de hacer política de la Generalitat: una vieja política de confrontación que los ciudadanos no quieren, que no sirve de nada. Imponer un modelo sin diálogo como lo que ha intentado hacer el Consell con la Diputación nunca tendrá buenos resultados. De hecho, este intento de eliminar competencias a otra administración sin dialogar, sin ni siquiera avisar, pone de manifiesto que hay quien todavía ve gigantes que amenazan a los simples molinos de viento.

Y los molinos siempre se han guiado por la fuerza del aire y son un símbolo de buena ventura, de trabajo e ingenio, de hospitalidad. Esta provincia tiene corazón de abrigo y es la tierra en la que, cada vez más, pasan las cosas buenas.

Necesitamos que todas las administraciones se unan en un frente común a favor de más oportunidades, de más acuerdos, de más infraestructuras, de más protagonismo de los 135 municipios y de mayor financiación para los ayuntamientos. Que nadie se lleve a engaño, son molinos de viento.

*Presidente de la Diputación de Castellón