Querido lector, estamos a la espera de un gobierno de izquierdas sobre la base del PSOE y Podemos (y con alguna clase de implicación de Ciudadanos) o, por el contrario, de unas nuevas elecciones generales. Vamos a ver. El tiempo dirá. En cualquier caso, esta pregunta o duda que aún no tiene respuesta cierta, admite toda clase de especulaciones, opiniones o deseos. Claro que sí. Y es que, lo de nuestro país, lo de España, aunque solo sea política, jurídica o administrativamente, aun es una democracia con libertad de opinión.

Si en esa espera no admito la posibilidad de un gobierno de derechas, del PP, de Rajoy, es porque me parece irreal. Entre otros motivos porque las alianzas que serían necesarias o reclama el propio Rajoy, la del PSOE y Ciudadanos, son imposibles. Para el PSOE, que es el caso que me interesa, representaría la división interna, la pérdida de espacio electoral, la traición a principios políticos, etc. Además de que sería una tragedia para España, socialmente no aprovecharía para nada porque las políticas que según el PSOE son necesarias cambiar (política económica, reforma laboral, ley de educación, los recortes al Estado de Bienestar, etc.), el propio PP ya ha anunciado que son intocables. En última instancia, el desacuerdo a la hora de recortar los diez mil millones del presupuesto (que ha hecho el PP en solitario) y que exige la UE, provocaría un lío de cojones. Así es que, la conclusión es fácil: gobierno inviable.

Otro cantar, sin duda alguna, es el acuerdo o gobierno de izquierdas o de centroizquierda (y digo esto último porque creo que ni PSOE ni Podemos tendrían que tener miedo de intentar de buscar acuerdos con Ciudadanos porque algunas de las reformas o cambios razonables que se deberían abordar serían aconsejables hacerlas con ellos) que responde al resultado electoral manifiesto y tiene la obligación de frenar la deriva austericida europea que, impuesta en el recorte del gasto público y con las medidas de rescate del sistema bancario, solo nos ha conducido a: la disminución del PIB, al crecimiento del desempleo, al aumento de la deuda pública, a la desigualdad entre ricos y pobres, etc. Al tiempo que, también surge de la necesidad de recomponer el Estado de bienestar, evitar los saqueos de derechos laborales y, entre otras urgencias, debe reorientarnos hacia un modelo de democracia que vaya más allá de lo jurídico y político y avance en lo económico y social. Un modelo de democracia que dé crédito a la política, facilite más participación social en la toma de decisiones e imponga a las instituciones la obligación de defender la justicia social y el bien común. H

*Experto en extranjería