La libertad individual es lo más transgresor del universo. Cuando en el siglo XV las naves de Colón pisaron América la mentalidad medieval se creyó en la obligación de adoctrinar y moldear la voluntad de los que se encontraron. El descubridor, como en tantos capítulos de la historia, creía tener una superioridad moral para imponer su criterio y no se conformaban con licuar el oro, las especias y todo lo que encontraban.

Bajo la doctrina de la férrea Isabel de Castilla, se quiso suprimir durante siglos la identidad del llamado nuevo continente. La riqueza obtenida con este descubrimiento marcaría los siglos posteriores, el complicado juego de poderes que suponían las monarquías en el Medievo, y el exotismo que representaba el cacao contrastaba con el trigo castellano. Las selvas frondosas y las aves multicolores deslumbraron de forma mágica a la vieja Europa.

Y decía que la libertad individual es lo más transgresor del mundo porque detrás de la dulce historia de la conquista hay capítulos de violencia y abusos ilimitados. Y la libertad es la única grandeza del ser humano, lo que siempre prevalece, hasta en el peor de los momentos. Sólo hay que releer la joya que es El diario de Ana Frank para entender que ninguna imposición puede impedirnos pensar de forma distinta, de acuerdo a nuestra forma de ver el mundo. Hoy en día parece que la transgresión consiste en prohibir. Limitar libertades e impedir derechos, restringir. Eso es algo que desde el liberalismo rechazamos de forma tajante, desde la moderación y la coherencia, estoy convencido de que la libertad individual es un valor intrínseco a la propia existencia. Todos los movimientos de liberación en la historia universal tienen a la libertad como eje común. La Ley, por ejemplo, es fruto de la libertad. Aunque muchos nos quieran hacer creer lo contrario, marcar un gol con la mano no es transgresor. Que un chaval a base de esfuerzo y entrenamiento se convierta en un crack del fútbol, eso sí es transgredir. Por mucho que nos quieran confundir, la historia y la coherencia caen sobre los hombros de la conciencia individual. Pero de la misma forma que el futuro se construye cada día, al final es importante saber en qué lado de la orilla está cada uno: con los que nos quieren prohibir pensar y defender nuestros valores o con los que respetamos y garantizamos todas las formas de entender el mundo. Querer adoctrinar es algo antiguo y perverso, anterior incluso a Colón, pero que algunos se empeñan en llevar a cabo. Frente a ellos, frente a los que les quieren entregar nuestro futuro a opciones radicales, estaremos desde el PP para frenar sus faltas en el área y, sobre todo, seguir avanzando. H

*Presidente de la Diputación