Se presentaba la 34ª edición de los Premios Goya como un pulso entre dos grandes directores del cine español: Pedro Almodóvar y Alejandro Amenábar. Ahí estaban las 16 nominaciónes de Dolor y gloria y las 17 de Mientras dure la guerra. La trinchera infinita, con 15, seguía en la lista de favoritos previa a la ceremonia celebrada este sábado en Málaga. Pero la balanza se inclinó de forma rotunda hacia el lado del cineasta manchego. Su última obra cosechó siete premios, incluidos los de mayor rango: película, dirección, actor protagonista, montaje y guion original.

Otro resultado hubiera sido una sonora sorpresa. Si bien el filme de Amenábar (cinco galardones) sobre la guerra civil con la figura de Unamuno como eje ha tenido más apoyo popular--su recaudación en España dobla la de Dolor y gloria--, el catártico ejercicio confesional de Almodóvar estará en la meca del cine, en la fiesta de los Oscar, el 10 de febrero.

Aparte de la calidad de un filme situado en la cumbre de una caudalosa carrera, eran dos argumentos ante los que no podía resistirse la Academia del Cine. Fue, por lo tanto, un acto de justo reconocimiento a un pilar del cine español en una noche de alto voltaje emotivo, tanto para Almodóvar como para Banderas. El actor logró en su ciudad el Goya al que había optado cuatro veces y que solo había recogido con el Premio de Honor del 2014.

Emociones y premios al margen, hubo espacio para la reivindicación de un sector siempre tambaleante, y más con el auge de series y plataformas de streaming. Fue el propio Almodóvar quien hizo de portavoz del cine de autor e independiente pidiendo «la protección del Estado».