Se quedó pequeña. Eran las 12.30 horas del mediodía y la humilde capilla del convento carmelita de nuestra ciudad se quedaba pequeña. El superior provincial carmelita, padre Desiderio, arropado por toda la familia carmelita, oficiaba la misa de despedida de un hombre sencillo, comprometido con el servicio público, un hombre íntegro y dedicado en vida a los demás. Así lo recordaba el padre David en su homilía, con gran dificultad para contener las lágrimas de la emoción.

Llegaba yo con el tiempo justo, junto a mi compañero, Diego Armando Vila, y en la puerta de la capilla abarrotada saludaba a la madre Dolores, que me explicaba emocionada todo lo que el padre Elías ayudó a su comunidad de clarisas del convento de nuestro patrón, San Pascual.

Participamos en la misa, de pie, junto a muchos vecinos y vecinas de Vila-real que querían despedirle. Acabada la celebración, sus hermanos llevaban el ataúd al coche fúnebre y una vecina me saludó diciendo que no podía dejar de venir: «Era un bon home».

Me despedí y trasladé el pésame personalmente al padre David, que, entre lágrimas, me abrazó como agradeciendo mi asistencia y diciéndome: «Ha sido una experiencia de vida maravillosa, toda una vida aprendiendo de un hombre extraordinario». Le dije: «Padre, Elías ya está con Dios pero vivirá siempre en usted”.

Hace ya unos meses escribía unas líneas hablando del padre José María, de la parroquia de los franciscanos, donde me crié, en el barrio del Hospital. Le agradecía que una parte de él viviera en mí, porque somos la suma de todos los maestros que nos han educado y acompañado en nuestro crecimiento personal y espiritual.

Hoy, escribo de un hombre que no tuve la oportunidad de conocer personalmente demasiado --me crié en el otro extremo de Vila-real-- pero del que siempre he oído hablar con gratitud. La misma gratitud que quiero expresar como alcalde, en nombre de toda la ciudad, a un hombre bueno, de los que nos ayudan con su testimonio a intentar ser mejores personas cada día.

Gracias, padre Elías. Descanse en paz. Seguirá usted viviendo en los corazones de todos los que tuvieron la suerte de compartir con usted sus pasos por la vida.

Mi más sentido pésame a toda la comunidad carmelita, que desde el siglo XVI ha convivido con nosotros, en Vila-real, con un agradecimiento muy especial al enorme servicio público prestado.

Cada viernes, el periódico Mediterráneo me da la oportunidad de poder dirigirme a la sociedad, sobre muchísimos temas de actualidad. Sin embargo, y siguiendo las palabras del padre David, he preferido esta semana dedicarlas a un hombre sencillo que, con sus pequeñas acciones y su forma de vida, hizo cosas tan grandes.

*Alcalde de Vila-real