Cuánto nos cuesta muchas veces pedir perdón o dar las gracias? ¿Cuántas veces se nos olvida que de bien nacido, es ser agradecido? ¿Cuántas veces lo hemos escuchado a nuestros padres y se lo hemos inculcado a nuestros hijos? Estos últimos días la palabra «gracias» se ha multiplicado en forma de aplausos.

Dicen que con las situaciones extremas florece lo mejor y lo peor de uno mismo. En el caso de los españoles y de los valencianos estoy convencida de que será lo primero. Porque ahora, en la emergencia que nos encontramos no cabe otra cosa que la unidad, el apoyo y el agradecimiento. El agradecimiento infinito a sanitarios, autónomos, cajeras, reponedores, periodistas, cuerpos y fuerzas de seguridad y a gente como tú o como yo que somos responsables y nos quedamos en casa.

Soy de las que piensa que siempre hay un lado bueno de las cosas. Que siempre hay algo que brilla en la oscuridad y que nada es de color de rosa. Les sonará a tópico, pero es la verdad y, de vez en cuando, cabe recordarlo. Esto, también pasará. Y cuando salgamos, seremos una sociedad mejor.

Porque igual que cuando fallece o cae enfermo una persona de nuestro entorno, nos damos cuenta de que hay que valorar las pequeñas cosas, esta crisis nos dará una gran lección de vida. Una vida que a veces se nos escapa entre los dedos. Tanto es así, que algo tan normal como dar las gracias parece que vuelva a ponerse de moda. Igual que la empatía, la generosidad, la solidaridad y la responsabilidad social.

El egoísmo y el individualismo propio de nuestra sociedad se queda a un lado para que prevalezca el bien común. No les voy a negar que al principio, imagino que como la mayoría de ustedes, no le di demasiada importancia al coronavirus. Quizás, por su lejanía, quizás por inconsciencia o quizás por aquello de que crees que «esto no te puede pasar a ti».

Pero nos pasó. Y ahora nos quedan días durísimos por delante que hemos de afrontar de la mejor manera posible. Algunos tenemos la inmensa suerte de, al menos, estar acompañados en esta travesía por nuestros seres queridos, otros sin embargo no pueden decir lo mismo.

Jóvenes que han emigrado a otras comunidades para trabajar o estudiar y no han querido volver a casa por temor a poner en peligro a sus padres o amigos, mayores en residencias que no pueden contar con la visita de sus hijos o personas sin hogar que no pueden refugiarse en una palabra, en un abrazo o en un simple «todo va a salir bien». Por ellos, por nosotros, tenemos que seguir remando, seguir cumpliendo con el cometido que se nos ha encomendado y no rendirnos.

A todos mis vecinos de Benicàssim, a todos los castellonenses, valencianos, españoles que están en sus casas, lejos de ellas y/o en el trabajo, les quiero decir que confíen porque vamos a salir de esta, juntos. Como siempre lo hemos hecho.

*Portavoz de Cs en Diputación y en Benicàssim